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Energía Nuclear

| Artículos de opinión

La Central Nuclear Néstor C. Kirchner (Atucha II)

Autor | Federico Bernal


Conflictos de Interes
El autor asesoró al Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios


Palabras Claves
Alieto Guadagni, Atucha II, Carlos Bastos, Central Néstor Kirchner, central nuclear, decreto 1.950, desguace, energía nuclear, granos, inauguración, Jorge Lapeña, José Luis Antunez, Julio De Vido, NA-SA, Nisman, nucleoelectricidad, petróleo, Plan Nuclear Argentino, privatización, soberanía



19-02-2015 | El proyecto para la construcción de la tercer central nuclear argentina (Atucha II) se inicia a mediados de 1980 con un acuerdo suscripto entre la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y Siemens AG. La elección de la empresa alemana como proveedor estuvo condicionada a la provisión, simultáneamente con la central, de una planta de fabricación de agua pesada, construida por Sulzer Bros. El acuerdo comprendía, además de la venta de Atucha II (en adelante, CNA II), la transferencia a la CNEA del know-how del diseño, la fabricación y el montaje de este tipo de centrales. La transferencia en cuestión habría de efectuarse en el transcurso del plan de construcción de la CNA II y de otras tres centrales nucleares en un plazo aproximado de 20 años. Para la ejecución de ese plan se creó la sociedad ENACE SA, cuyos socios eran Siemens KWU (subsidiaria de Siemens AG) con el 75% y CNEA con el 25%. El compromiso para la CNA II se plasmó en cinco contratos: de Suministros, de Servicios, de Garantías, de Transferencia de Tecnología, y de Diseño y Tecnología del Combustible. El contrato de Suministros comprendía la entrega de todos los suministros de origen importado necesarios para el funcionamiento de la central, principalmente los grandes componentes, por ejemplo, el reactor, el turbogrupo, generadores de vapor. Por su parte, el contrato de Garantías cubría hasta dos años con posterioridad a la puesta en marcha (prevista para 1987). El costo total de la obra se presupuestó en 1.881 millones de dólares. El financiamiento de los suministros importados se efectuó a través de créditos otorgados por un consorcio de bancos alemanes. Por su parte, la industria nacional que había comenzado a consolidarse gracias a los dos proyectos nucleoeléctricos anteriores Atucha I (1968-1973) y (Embalse 1974-1983), tendría una participación destacada. Para 1984 existían un total de 237 empresas industriales calificadas para estos desarrollos. Sin embargo, al igual que sucedió con otras grandes obras de infraestructura (energéticas como de todo tipo); al igual que aconteció con el aparato productivo e industrial genuinamente nacional, el sector público y sus empresas emblemáticas, la central Atucha II fue boicoteada primero y paralizada después. ¡Qué centrales nucleares, soberanía energética, desarrollo con inclusión, ni ocho cuartos! La semicolonia pudo más. Y así fue hasta 2003, pues desde ese año que al país se lo gobierna como Estado-nación. Parece, sin embargo, que el conservadurismo occidental no quiere ser más testigo del desmembramiento de los pilares semicoloniales por los que tanto luchó e invirtió. Sus subalternos, corporaciones, medios de comunicación y resortes de poder tradicionales (como el Poder Judicial) tienen luz verde para insertarse en la estrategia golpista local y regional, histórica y presente. Este es el contexto con el que nuestra tercera central nuclear para una Nación soberana, patio trasero de nadie, comenzará a transformar la energía del átomo en energía para la segunda emancipación.


Atucha II: dictadura y alfonsinismo
Ni dos años habían transcurrido desde iniciado el proyecto CNA II, que para 1982 comienzan a surgir las primeras dificultades en la provisión de fondos para los suministros nacionales, agravado por la permanente modificación de la paridad cambiaria. ¡Era el año de la estatización de la deuda externa! Martínez de Hoz en Economía, Domingo Cavallo en el Banco Central y Alieto Guadagni en la Secretaría de Energía (julio de 1982 - diciembre de 1983). La estrategia: sabotear YPF y entregar el sector petrolero a las mismas empresas favorecidas desde el golpe y, a partir de 1982, con la estatización de su deuda. La energía nuclear no tenía cabida en esta política de convertir al sector petrolero en plataforma del saqueo corporativo y la Patria Financiera. Lamentablemente, la situación del sector nuclear no mejoraría con el primer gobierno constitucional desde 1976. En efecto, durante el alfonsinismo, el pueblo argentino, la economía nacional, así como el aparato productivo e industrial del país irían de mal en peor. La CNA II quedó virtualmente paralizada, como frenado el ingreso de nuevos profesionales a la CNEA (que además tenían los sueldos congelados). El secretario de Energía Jorge Lapeña -al igual que quienes lo sucedieron en el cargo, Roberto Echarte y Raúl Olocco- fueron los ejecutores de la línea anti-nuclear desde dicha cartera, con el agravante de incrementar la dependencia gasífera del país. Una política nuclear (energética) soberana y moderna resultaba incompatible con los planes de ajuste aplicados por Alfonsín y los recurrentes memorandos de entendimiento con el Fondo Monetario.

Atucha II y menemismo
El sector nuclear, paralizado en los ochenta, registraría una pequeña reactivación entre 1991 y 1993, para volver a quedar total y definitivamente congelado en 1994, por cierto, con fecha de defunción establecida. Ese año, más específicamente el 30 de agosto, el Poder Ejecutivo Nacional emitió el decreto 1.540 con las firmas de Carlos Menem y Domingo Cavallo. Era la continuidad, en el plano de la nucleoelectricidad, del proceso de privatización, desregulación y desmantelamiento del sector energético público. El objetivo: privatizar las centrales de potencia Embalse y Atucha I, entregar la CNA II a un actor privado (que a su vez decidiría si seguía financiando la obra o no) y desmantelar las áreas de investigación y desarrollo de la CNEA, cerrar o privatizar INVAP así como las empresas productoras del contenido nuclear, la producción local de radioisótopos, de agua pesada y las minas de uranio (abiertas sólo con destino de exportación del mineral).

Declárase sujeta a privatización la generación nucleoeléctrica
En 1994, Domingo Cavallo presentó un programa elaborado por la Fundación Mediterránea para desguazar al sector nuclear y retirar toda participación del Estado por considerar a dicho sector uno de "inversiones de riesgo". Entre los considerandos del decreto se lee: "Visto el proceso de transformación del Estado Nacional y de las actividades empresarias que estaban a su cargo, así como el estado del proceso de privatización de la actividad de generación de energía eléctrica, y Considerando que uno de los objetivos principales del mencionado proceso de reestructuración del Sector Público es el traspaso al Sector Privado de todas las actividades empresariales que estaban a su cargo... Que en la actualidad la expansión de la oferta de generación nucleoeléctrica depende del aporte de fondos públicos, siendo que es conveniente y necesario concentrar los esfuerzos del Estado Nacional en las áreas sociales y evitar su participación en las inversiones de riesgo. Que, por otra parte, resulta conveniente que la Central Nucleoeléctrica Atucha II sea terminada en tiempo útil y con costos razonables...". Reiteramos: el sector nuclear argentino, madre de industrias, empleo y desarrollo científico y tecnológico de punta y genuinamente nacional era considerado de "riesgo" por el neoliberalismo. Se imponía "proteger" al Estado del "riesgo" y rematar el Plan Nuclear para entregarlo baratito (léase, en calidad de baratija) al dios mercado.

La electricidad como mercancía (de Guadagni a Bastos)
En diciembre de 1994, el Poder Ejecutivo Nacional aprobó por decreto un "sistema de retiro voluntario para el personal de la CNEA". De esta manera, el sector era desprovisto de sus mejores profesionales y técnicos, siendo que en ellos se mantenía prendida la llama de la CNA II. En mayo de 1995, el Ente Nacional Regulador Nuclear (creado por el menemismo) emite la primera resolución para el "desmantelamiento de centrales nucleares", aprobada en agosto del mismo año. Mientras tanto, el nuevo Código de Minería menemista borraba de un plumazo el carácter estratégico de los minerales de uranio, habilitando su exportación indiscriminada. En abril de 1997 se sancionó la Ley 24.804 que privatizaba la actividad nuclear, aunque la intentona no llegaría a concretarse. Ahora bien y en relación al decreto 1.540, importa señalar que la CNEA -que portaba el rótulo de "Organismo en Disolución"- se transfería al Ministerio de Economía, a la vez que creaba la empresa Nucleoeléctrica Argentina S.A. (NA-SA) a los efectos de comenzar a desguazar el sector. NA-SA, si bien poseía al Estado como único accionista, quedaba sujeta a privatización. En su dirección asumieron contadores y abogados de la Fundación Mediterránea, organización de la que también provenía el Secretario de Energía de la época, el Ingeniero Carlos Bastos (secretario entre 1992-1996). Bastos, que llevó adelante las privatizaciones de SEGBA y Gas del Estado, cumplió un rol equivalente al de Guadagni: favorecer a operadores privados y extranjeros petroleros y gasíferos, que no contentos con apropiarse del sector hidrocarburífero (upstream y downstream) avanzaron sobre el sector eléctrico. Y como la electricidad es mejor negocio cuando proviene de centrales térmicas alimentadas a gas natural y combustibles derivados del crudo (las nucleares proveen la electricidad más barata en $/MWh), el mercado bajó el pulgar a lo nuclear. Cabe reseñar, a propósito de Bastos, que al dejar su función pasó a la estadounidense Enron. Entrado el nuevo siglo será contratado como perito por dos empresas extranjeras en su demanda al Estado nacional ante el CIADI.

El relanzamiento del Plan Nuclear y Atucha II
Las cuatro centrales nucleares de 600 MW de potencia (incluyendo la CNA II) que debían entrar en funcionamiento en los años 1987, 1991, 1994/5 y 1997, y sus instalaciones complementarias (correspondientes al ciclo de combustible y a la fabricación de agua pesada) quedaron en el olvido más absoluto por parte de las administraciones de Raúl Alfonsín, Carlos Menem, Fernando de la Rúa y Eduardo Duhalde. El Plan Nuclear, en coma intensiva durante casi dos décadas, sería revivido por el Presidente Néstor Kirchner en agosto de 2006 y ejecutado desde entonces por el Ministerio de Planificación Federal. Hoy, ocho años después, profundizado por la actual Presidenta desde 2008, el Plan Nuclear Argentino goza de perfecta salud. NA-SA, de ser la punta de lanza para la aniquilación del sector pasó a terminar Atucha II en una proeza técnica reconocida en el mundo. De tener autoridades de la Fundación Mediterránea, pasamos a un director, el Ingeniero José Luis Antúnez, que días atrás y con motivo de los acuerdos energéticos suscriptos con China para la cuarta central nuclear y una posible quinta (posible con los chinos como socios) celebró la recuperación del clúster industrial nuclear registrada en los últimos once años. En efecto, de las 237 empresas calificadas para el desarrollo de este tipo de proyectos en 1984, se pasó a un puñado de firmas en 2003, para ascender a 129 empresas en 2014. Al respecto, nunca más oportunas las palabras que Antunez dedicó a un centenar de industriales metalúrgicos en encuentro de trabajo junto al ministro de Planificación Federal, Arq. Julio De Vido, el ministro de Economía, Dr. Axel Kicillof, y el vicepresidente de ADIMRA, Juan Carlos Lascurain. En clara alusión al mensaje de inseguridad empresarial inoculado desde los medios de la semicolonia y los acuerdos con China, Antunez les pidió a los empresarios del sector nuclear "no preocuparse por China sino más bien por el posible retorno de gobiernos nefastos". Aludía Antunez a los "gobiernos" (administraciones, para ser más precisos) entre 1983 y 2002.

El plan criminal y el encubrimiento de los "granos por carbón"
"Durante el milagro argentino (1880-1930), la Argentina fue culturalmente francesa, alemana en su ejército, inglesa en su Marina, demográficamente española e italiana, y nuevamente inglesa en su estilo, en el campo y en el comercio, así como victoriana en sus valores éticos y romana en su tradición religiosa. Europa en América" (Mariano Grondona. El Poskirchnerismo, Sudamericana 2009). Para que el "milagro argentino" de Grondona se eternizara al infinito y más allá, la oligarquía argentina y su socio natural Gran Bretaña pergeñaron y ejecutaron durante los siglos XIX y principios del XX un plan criminal de genocidio socioeconómico. El plan criminal contó con su respectivo plan de encubrimiento, revelado sólo por Juan Bialet Massé en los dos tomos de su "Informe sobre el estado de las clases obreras en el interior de la República" (aún aguardan ser incorporados a los programas de historia de educación secundaria y superior). El notable funcionario expuso allí las consecuencias nefastas de la ecuación "granos por carbón" en aquella supuestamente próspera Argentina del Centenario, importadora neta de energía (carbón mineral) proveniente de Gales. La ecuación comercial metrópoli-colonia que tanto beneficiaba a británicos y mitristas por igual, requería de la total dependencia de energéticos importados.

Pero la Patria profunda y auténtica que habría de sublevarse décadas más tarde, no se quedó de brazos cruzados. En 1905 amagó con una revolución yrigoyenista; dos años después, descubrió el petróleo en Comodoro Rivadavia; luego, las primeras dos presidencias verdaderamente populares desde 1810 con Hipólito Yrigoyen; la creación de YPF en 1922 y los intentos posteriores por nacionalizar el estratégico recurso. La gesta yrigoyenista, brevemente interrumpida por la Década Infame, sería profundizada más tarde por el General Perón, quien avanzó con la creación de Yacimientos Carboníferos Fiscales y Gas del Estado, en 1945 y 1946 respectivamente, mientras EE.UU. se dedicaba a realizar un furibundo bloqueo a las importaciones de equipos de perforación precisados por YPF. Pero el genio estadista del líder popular no se limitó a los hidrocarburos, sino que advirtió la importancia de diversificar la matriz energética al sentar los cimientos del Plan Nuclear Argentino y de futuras obras hidroeléctricas.

Respuesta argentina al golpismo
Las mismas voces que hoy se oponen al plan energético vigente y que rechazan la terminación de Yacyretá, Atucha II, la firma de acuerdos energéticos con China, etc. no lo dicen, pero razonan así: la semicolonia en el Plata sólo puede lograr el autoabastecimiento en un contexto de "pueblo e industrias afuera" (expulsadas del país). Y nada de invertir en represas, reactores de potencia, satélites, ciencia y tecnología de alto vuelo. Nada de Estado en el sector. Resulta intolerable ya la utilización de la energía como herramienta de desarrollo, modernización económica y equidad social; como intolerable apoyarse en socios internacionales que quiebren la lógica de una división internacional del trabajo que tanto sudor costó a George Canning y que tanto aportó a la calidad de vida de los fundadores del "milagro argentino", tanto a los de acá como a los del Viejo Mundo.

A las voces y al accionar golpista para la restauración de la pobreza, el subdesarrollo y la dependencia en la Argentina -hoy en marcha que para ser justos con la historia solo le falta el embajador estadounidense de turno- millones de compatriotas responderán celebrando un Plan Nuclear devenido en neurálgico para el desarrollo económico, industrial, científico y tecnológico nacionales, a su vez predefinidos en pos de una mejora creciente de la calidad de vida de la población. Respondemos, en definitiva, con nuestra tercera central nuclear para la Nación Argentina: la central Néstor Carlos Kirchner.