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| Artículos de opinión

Una reflexión australiana sobre la Argentina Nuclear y el INVAP

Autor | Ben Heard


Conflictos de Interes
El autor no manifiesta conflictos de interés


Palabras Claves
Australia, INVAP, OPAL, Plan Nuclear Argentino, reactor de experimentación, tecnología nuclear



09-03-2015 | Desde finales del siglo pasado, el Reactor Australiano de Alto Flujo (HIFAR, por sus siglas en inglés) comenzó a mostrar signos de envejecimiento. Para que Australia pudiera continuar en el futuro con las actividades de investigación nuclear y la producción de medicinas esenciales, se necesitaba un nuevo reactor.


Australia, el hogar de físicos pioneros como Oliphant y Bragg, ha estado involucrada desde hace mucho tiempo y de manera temprana en la tecnología y la ciencia nucleares. Sin embargo nunca desarrolló reactores. Sin ningún proveedor de tecnología nuclear nacionalizado, el trabajo de construir un nuevo reactor para Australia fue objeto de una licitación internacional. Cuatro proveedores precalificados licitaron con las empresas australianas: Alemania, Francia y Canadá, junto a lo que muchos consideraron un oferente "no favorito": la empresa argentina INVAP.

Según se dice, los principales actores no parecían estar tomando muy en serio las necesidades de Australia. Los diseños propuestos fueron varias versiones anticuadas o reiteraciones poco imaginativas de los reactores existentes. INVAP tomó un camino diferente, trabajando con cuidado desde el principio para diseñar un reactor que respondiera a las necesidades de Australia. El equipo de evaluación técnica quedó muy impresionado y formuló una recomendación clara para que se le adjudique la licitación.

Hasta el último minuto, los asesores técnicos no creían que el ministro australiano aceptara una recomendación que los mantuviera alejados de las naciones tradicionalmente más favorecidas. Se dice que cuando el Ministro otorgó la licitación a INVAP, los evaluadores australianos aplaudieron.

Avanzando rápidamente hasta 2015, el reactor australiano de última generación Open Pool Australian Lightwater (OPAL) es reconocido como uno de los mejores reactores de investigación en todo el mundo. Líder en disponibilidad a nivel mundial, el reactor OPAL provee de medicinas a los hospitales australianos y a la exportación, así como de dopaje de silicio de alta calidad y haces de neutrones para trece instrumentos científicos. La producción de medicina nuclear del OPAL se triplicará dentro de poco para satisfacer la demanda creciente de la región del pacífico asiático.

Los caminos paralelos aunque divergentes de nuestras dos naciones en los últimos cien años han sido objeto de mucha erudición. Los grandes y nuevos países fronterizos del nuevo mundo situados en el hemisferio sur, parecían tener el mundo a sus respectivos pies a principios del siglo XX. Aun así, mientras Australia prosperaba sostenida por instituciones fuertes, la Argentina languideció, cayendo en un prolongado período de conflictos e inestabilidad. Alrededor de setenta años después, la brecha económica es muy grande.

Sin embargo esto puede cambiar. Esperamos que la Argentina lo haga rápidamente mientras busca recuperar y mantener la estabilidad económica. El crecimiento en el sector nuclear es un maravilloso presagio de tal cambio. Pero cualquier historiador económico o ambientalista sabe que, conforme se cierra la brecha de los ingresos, lo hace también la brecha energética. Mientras que cada argentino merece disfrutar de la prosperidad que viene con más consumo de electricidad, la producción de electricidad es un área en la que Australia no debe servir como modelo. En este momento, las emisiones australianas por kilovatio/hora de electricidad son casi tres veces las de la Argentina. El lado oscuro de la prosperidad australiana es un grave crimen contra nuestro clima compartido. La tecnología nuclear ofrece a la Argentina un camino hacia la seguridad energética y la prosperidad que es limpio, seguro e inserto en el futuro desde que el mundo se mueve a una acción cada vez más comprometida en la lucha contra el cambio climático

Como lo establecieron en forma reciente los científicos conservacionistas australianos Barry Brook y Corey Bradshaw, el carácter compacto de la energía nuclear también podría salvar la biodiversidad de América del Sur. En caso de que los desarrollos hidroeléctricos propuestos en Sudamérica lleguen a hacerse realidad, el resultado será otra pérdida masiva y la fragmentación del hábitat natural. No necesariamente debe ser así. Podemos dividir átomos en lugar de dividir los bosques.

Para hacer esto a una escala significativa, los países tienen que cooperar entre sí. El carácter soberano de la energía nuclear debe desestimarse en favor de un mayor intercambio de conocimientos y tecnología en pos de mejores resultados. El poderío nuclear ya no es un indicador de prestigio internacional. Es un producto, una mercancía que debe negociarse de manera eficiente para que el crecimiento pueda ser limpio y el desarrollo pueda tener éxito. No hay que mirar más allá del reactor OPAL para entender que cuando el cliente es capaz de encontrar el proveedor adecuado, con el mínimo de interferencia política, pueden suceder grandes cosas.

En Australia Meridional acaba de crearse una Comisión Real para investigar posibles desarrollos adicionales en el ciclo del combustible nuclear. Australia todavía puede promover la tecnología nuclear ¿y si lo hace? Va a ser un cliente en busca del proveedor adecuado, uno que pueda entregar los reactores que se adapten a nuestras necesidades, a tiempo y dentro del presupuesto. También podríamos beneficiarnos aprendiendo de una nación que ha recuperado y reconstruido su prestigio en tecnología nuclear.

¿Quién sabe? Tal vez la historia de Australia y la Argentina no sólo pertenezca al pasado, sino también al futuro.