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Quienes rechazamos la historia de la Guerra de Malvinas escrita por los vencedores de 1982

Autor | Federico Bernal


Conflictos de Interes
El autor es argentino


Palabras Claves
14 de junio, 2 de abril, Andy Woodward, Augusto Rattenbach, capitulación, Comisión Rattenbach, desmalvinización, guerra, Juicio a las Juntas, Malvinas, Menéndez, Patria Grande, remalvinización, Tierra del Fuego



14-06-2016 | Un día como hoy, 14 de junio pero de 1982, la Argentina capitulaba en Puerto Argentino ante el invasor británico. Dedicamos estas líneas a los Héroes de Malvinas, a los que lucharon por nuestra Patria en 1982 y a los y las que, como ellos, siguen luchando políticamente por la remalvinización del Conflicto del Atlántico Sur pues se niegan -nos negamos- a que las nuevas generaciones de compatriotas estudien la historia de Malvinas escrita por los vencedores de 1982. Los vencedores de 1982, sí, los que hoy mantienen invadida la Provincia de Tierra del Fuego, en su Departamento Islas del Atlántico Sur; los que en nuestra provincia más austral y de mayor trascendencia geopolítica para la Patria Grande operan la base más poderosa de la OTAN fuera de Europa y EE.UU.


Transcribimos un documento fundamental y fundacional del revisionismo histórico que aún nos debemos sobre Malvinas. Dicho documento fue firmado por el hijo de Benjamín Rattenbach, el Coronel (R) Augusto B. Rattenbach, y por el Coronel (R) Horacio P. Ballester, en relación a las "Condenas del Consejo Superior de las Fuerzas Armadas en la Guerra del Atlántico Sur". El documento, absolutamente desconocido, data de fines de los ochenta y fue escrito en relación a las resoluciones del Juicio a los Comandantes de la Junta Militar de 1988 por sus responsabilidades en la guerra. De dicho Juicio y sus dictámenes participaron, entre otros, el Fiscal de la Cámara Dr. Luis Moreno Ocampo. Allí se resolvió, y que luego sería ratificado por el Parlamento Nacional en línea con el Informe Rattenbach, lo siguiente: "La Fiscalía, […] acepta expresamente que la conquista de Malvinas fue un acto de legítima defensa; eso aquí no se discute, ni en ningún foro internacional se condenó a la Argentina como agresora, menos la Fiscalía estaría dispuesta a decir esto".

Volvamos ahora al documento de Rattenbach (h), por cierto, de quien cabe recordar fue el mismo que la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner nombró al frente de la Comisión de Desclasificación del Informe Rattenbach, Comisión nacida del histórico Decreto Presidencial Nº 200/2012.

El documento comienza así: "El Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas acaba de expedirse sancionando con 14, 12, y 8 años de prisión, respectivamente, al Almirante Anaya, al General Galtieri y al Brigadier Lami Dozo, con las accesorias de destitución. Según se ha dejado expresa constancia, y así lo ha entendido la ciudadanía pensante, las condenas impuestas no representan una sanción al propósito de recuperar las Malvinas. Este objetivo, que constituye una aspiración compartida por el país entero, ha quedado fuera del análisis de Alto Tribunal, por cuanto -al ser un indiscutido objetivo nacional- no puede ser objeto de sanciones legales o morales. Lo que el Consejo Supremo ha juzgado y castigado sólo parcialmente, son las responsabilidades de carácter militar involucradas en las operaciones que llevaron a la reocupación de las Malvinas, a su posterior defensa y a la rendición de los efectivos militares que operaron en las Islas de Atlántico Sur. En ese sentido el dictamen fue muy claro: hubo muchas negligencias y omisiones, difíciles de entender en profesionales de la guerra, lo que significó que ninguno de los implicados pensó siquiera que el empleo del potencial militar significaría una guerra efectiva contra Gran Bretaña y sus aliados del hemisferio Norte. Si bien el Consejo Supremo no lo ha dicho expresamente, salta a la vista que ha quedado sancionada la incapacidad política y la irresponsabilidad de quienes conducían el país en esos momentos.

Porque solamente la incapacidad política, podía llevar a pensar que los ingleses no intentarían luchar por las migajas que quedaban de su imperio, que los Estados Unidos apoyarían una reivindicación territorial que podía poner peligro la estabilidad de las fronteras mundiales (gran parte de ellas establecidas luego de guerras de conquistas), o que las naciones "civilizadas" de Europa censurarían la actitud colonialista de Estados Unidos o de la Gran Bretaña. Aunque el Consejo Supremo restringe su análisis a las facetas militares de la guerra, ésta -como todo acto político- no puede dejar de reflejar las enormes falencias que evidenció la conducción nacional en la recuperación del patrimonio nacional. Al achicar el área de análisis a lo exclusivamente castrense, se excluyó a los civiles culpables también de ineptitud en la conducción de la guerra, tales como el Canciller Costa Méndez y el Ministro de Economía Alemann. También -por razones no justificadas judicialmente- se redujo al mínimo los militares involucrados en responsabilidades. Así, de un conjunto de 16 presuntos involucrados, solo fueron sancionados 3, como si fuese un "muestrario" para salvar las formas. Porque el país sabe con certeza que hubo más responsables en una guerra absurda que costó muchas vidas de jóvenes argentinos, la frustración de una derrota sin precedentes y el posterior intento de olvido de todo lo ocurrido, en un extraño afán de "divinizar" al país, como si estuviésemos avergonzados de haber recuperado las islas. Todo ello, junto con otras medidas concurrentes (directivas a los fiscales de conocimiento de las conclusiones del "Informe Rattenbach", etc.), apuntan a satisfacer la política oficial del Punto Final, verdadera amnistía encubierta aunque acepte la sanción de unos pocos, destinada -a todas luces- a reducir a su mínima expresión las consecuencias legales del accionar ilícito del Proceso de Reorganización Nacional, criterio que ahora se extiende también a los responsables de la Guerra del Atlántico Sur.

No puede quedar ya ninguna duda acerca de la existencia del deseo oficial de terminar de una vez con los problemas jurídicos pendientes con personal militar sancionado al mínimo posible de responsables. El Consejo Supremo ha sobreseído a altos jefes militares que estaban perfectamente encuadradas en delitos previstos y penados por el Código Justicia Militar. En efecto -por ejemplo- dicho instrumento legal establece con precisión cuando es lícito que se rinda un militar en combate. A saber: cuando ha agotado su munición o ha perdido más de los dos tercios de sus efectivos. La pregunta surge inmediata: ¿Todos los que se rindieron estaban en esa situación? El mismo código establece, además, que la rendición de un superior no obliga al subalterno que de él depende a cumplirla. Nadie cumplió esa prescripción. Las absoluciones fueron justificadas con el argumento de que "no resultó probado, o habiendo sido probado, el tribunal consideró que no era delito o falta punible, o entender que los errores cometidos a nivel táctico y estratégico operacional fueron una secuencia de los cometidos por la conducción superior". También se alegó favor de los acusados el "intento de evitar males mayores". Lo que los civiles ignoran -pero los militares profesionales sí lo saben- es que la conducción estratégica operacional es la que se ejerce en el teatro de operaciones. En consecuencia, si el Consejo estableció la existencia de errores estratégico-operacionales, ¿por qué fueron sobreseídos los responsables de ese nivel de conducción? ¿O es que ahora se pretende afirmar que los tres miembros de Junta Militar fueron simultáneamente los Comandantes de los Teatros de Operaciones?

Quizás lo más grave de todo el resultado de las sanciones que aquí se comentan sea la resultante moral y legal de las sentencias: aquí ha quedado aceptado que hechos heroicos pertenecen al pasado, que ya no es necesario luchar hasta el último cartucho (salvo en las proclamas), que la guerra se enfrenta con el afán de sacrificar la propia vida si las circunstancias así lo exigen, que el territorio nacional no se regala si no que se defiende hasta el último aliento de todo combatiente, etc. etc. De donde resulta que el pasado heroico del cual nos enorgullecemos los argentinos por tantos hechos de armas que probaron el valor y el arrojo de nuestros soldados, de los gauchos, del "milico" o del civil que circunstancialmente se vio obligado a defender su suelo o sus ideales ya no existe. Si el General Mansilla hubiese realizado un análisis similar al justificado, no existiría en nuestra historia el Combate de la Vuelta de Obligado que tanto nos enorgullece y que tan olvidado estuvo en la historia oficial. Mansilla sabía perfectamente que carecía de fuerza para resistir el ataque conjunto de las flotas franco-inglesas, las dos más poderosas del mundo, y sin embargo combatió hasta el último cartucho y hasta perder mucho más de los tercios de sus efectivos, y, finalmente, tampoco se rindió.

Aunque el Consejo Supremo alegue haber juzgado solamente las "infracciones de naturaleza militar", no queda duda que el fallo consiguiente tiene implicancias indudables. Porque la guerra (y sus consecuencias), no son hechos militares puros, sino que son circunstancias político-militares que no pueden ser desdobladas sin riesgos de desnaturalizar la esencia de los hechos que se investigaron. En las leyes que rigen a las Fuerzas Armadas y en los jueces que las aplican, reside en buena medida el sentido heroico y el honor de una nación. Frente a este nuevo episodio, producto del caos institucional que introdujo la última dictadura militar, los argentinos debemos preguntarnos si hemos sido consecuentes con nuestras mejores tradiciones castrenses; o si, como parte del deterioro general que sufre la nación, también el rigor de la disciplina, el sentido del deber y del honor militar, el espíritu heroico y otras manifestaciones similares no han sufrido también mengua en sus formas de expresión y en sus manifestaciones más elementales. Si así fuera, el país tiene un motivo más para pensar y para meditar. La gravedad del tema, así lo exige".

Desmalvinización contra la Justicia y el Congreso
Grandes verdades escribió el hijo de Rattenbach, como fuera dicho, el elegido por la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner para presidir la Comisión de Desclasificación del Informe Rattenbach del 2012.

En primer lugar, el concepto medular esgrimido por Rattenbach (h) de que "las condenas impuestas no representan una sanción al propósito de recuperar las Malvinas" ha quedado presa de la desmalvinización. De igual forma y relacionado a lo anterior, la desmalvinización también hizo olvidar al grueso de la población el fundamental pronunciamiento de la Justicia argentina (Cámara Federal en 1988, Causa 59), fallo que aclaró que la recuperación de las Islas Malvinas fue un acto de legítima defensa. Pero no satisfecho con eso, el dispositivo desmalvinizador avanzó también y por un lado, contra el pronunciamiento ratificado en el Juicio a los Comandantes de la Junta Militar (sobre el que efectúa su análisis Rattenbach hijo), y que afirmó que la República Argentina no agredió, sino que fue agredida en primer término; y por el otro lado, avanzó contra iguales conclusiones por parte de la Cámara de Senadores en dictamen de la Comisión de Relaciones Exteriores y Culto y de Defensa Nacional, al analizar los hechos de las Islas Georgias.

En fin, la desmalvinización -operada y nutrida desde Gran Bretaña porque hace a la supervivencia de la posesión colonial en Malvinas- puede sintetizarse en el incorrecto análisis del 2 de abril y de los hechos que antecedieron y siguieron a la determinante fecha, todo lo cual desemboca, al decir de Augusto Rattenbach, en que los argentinos nos sintamos "avergonzados de la recuperación". Igual para la desvinculación entre la naturaleza reaccionaria, antinacional y antipopular de la dictadura con la "incapacidad política [de la Junta]" que llevó "a pensar que los ingleses no intentarían luchar por las migajas que quedaban de su imperio… [etc.]". Aquí las causas reales de la derrota; aquí las causas de la prematura rendición de Menéndez, como bien se quejó Rattenbach.

San Martín, Belgrano, Mansilla, Bolívar, Perón, etc. midieron bien al enemigo por tratarse justamente de componentes nacionales y populares de las Fuerzas Armadas. Pero hubo otros que sí midieron bien al enemigo en Malvinas: fueron nuestros Héroes. Gracias a ellos y a diferencia de lo que sostiene Rattenbach de "una derrota sin precedentes", la guerra (que en realidad fue contra Gran Bretaña y Estados Unidos) estuvo muy cerca de ganarse. No es capricho de quien escribe; los mismos comandantes británicos lo probaron escrita y oralmente, claro que mucho después de expedirse la Comisión Rattenbach y mucho después incluso que Rattenbach hijo escribiera el documento aquí leído.

Desmalvinización, derrota e indulto a los genocidas
La desmalvinización sostiene la posesión colonial británica en Malvinas; pero también es la mejor aliada de los genocidas, los que aún no fueron enjuiciados ni castigados como los que sí lo fueron. Citemos una vez más a Rattenbach (h): "[…] el posterior intento de olvido de todo lo ocurrido, en un extraño afán de "divinizar" al país, como si estuviésemos avergonzados de haber recuperado las islas. Todo ello, junto con otras medidas concurrentes […], apuntan a satisfacer la política oficial del Punto Final […]". Ha sido justamente la cúpula de las Fuerzas Armadas genocidas la que se ha beneficiado de la desmalvinización, estrictamente ligada a las leyes del Punto Final y Obediencia de Vida. La derrota en Malvinas no provocó el retorno de la democracia REAL. La dictadura genocida fue continuada con la democracia genocida, donde civiles y militares del Proceso siguieron haciendo de las suyas, por supuesto, hasta el 25 de mayo de 2003. Thatcher se consolidó en el poder y la Periferia toda, incluyendo a la Argentina, se vio arrastrada a la globalización neoliberal nacida en Londres y Washington. Sobre la derrota, una última reflexión: ¿Acaso no fue deliberado el mal desempeño de muchos miembros de la oficialidad? ¿Acaso ese mal desempeño y negligencia no fue creciendo proporcionalmente a la desesperación británica de fines de mayo y principios de junio? ¿No fueron esos oficiales, los de la insólita rendición, a los que la clasificación del Informe Rattenbach terminó beneficiando? ¿No fueron estos mismos los que terminada la guerra ascendieron escalafones mientras que Jefes de Unidades con excelente desempeño pero desvinculados del Proceso, fueron apartados de las FFAA u encerrados entre cuatro paredes? ¿A quiénes beneficiaron las leyes del indulto? Y por último, ¿casualidad que la parte desclasificada por Cristina del Informe Rattenbach -ocultada por la dictadura- reivindicara justamente el accionar militar en Malvinas de los enemigos militares del Proceso?

Al final de cuentas importa debatir
Dejamos para el final una breve respuesta al concepto de "guerra absurda" planteado por Rattenbach (h). ¿Por qué? Porque si bien la sola mención que él hace de Mansilla y la batalla de Vuelta de Obligado contradice el término "absurdo" (nunca es absurdo defender la Patria por más inferioridad de fuerzas y tecnología militar que se disponga, por más poderoso que sea el enemigo, etc.), cabe aclarar una y otra vez que la conflagración bélica no debe confundirse con el 2 de abril, y que centralmente, la guerra fue orquestada por el ala dura del Partido Conservador, la Royal Navy y los kelpers más acomodados de las Islas. Ya lo reconoció el propio Comandante de las Task Force: el 2 de abril se postergaba un par de meses entrado el año y cualquier recuperación -dado el desmantelamiento previsto de sendos portaaviones de la Royal Navy- hubiera sido imposible para Gran Bretaña. Ya lo reconoció el coronel David Parker, del Regimiento de Paracaidistas, en un informe que le encargó el Ministerio de Defensa una vez concluida la guerra: "La Fuerza de Tareas tuvo la suerte de no enfrentarse con oponentes que se ajusten a las reglas del Pacto de Varsovia, una imputación rotunda tanto para el Estado mayor cuanto por el equipamiento." Esta última referencia, coincidente por otro lado con la crítica de Rattenbach (h), obedecía a la prematura e insólita rendición de Puerto Argentino por parte de Menéndez.

En fin y a modo de cierre, sólo cuando tomemos conciencia de lo parecido entre el daño que una historia escrita por los vencedores de Pavón produjo y todavía produce al pueblo argentino, y el daño que la historia escrita por los vencedores del 14 de junio de 1982 produjo y produce a nuestro pueblo así como a todos los pueblo oprimidos del mundo, solo cuando tomemos conciencia de aquella semejanza, de aquel idéntico mecanismo de sumisión por vía de una tergiversación y adulteración de la historia, que nos veremos de golpe y sin pensarlo dos veces arrojando al tacho de basura la historia oficial británica a la vez que reescribiendo la versión argentina y latinoamericana. Entonces, solo entonces, interpretaremos a la guerra del Atlántico Sur como la quinta invasión inglesa desde 1806; sólo entonces advertiremos que la Guerra de Malvinas tal y como se la entiende hoy en el mundo, no hace más que beneficiar la perpetuación de la colonia militar británica en territorio nacional. Sólo entonces podremos agregar a las 40 resoluciones de la ONU violadas por Gran Bretaña a lo largo de más de medio siglo, las resoluciones emitidas por el mismo organismo durante la guerra e igualmente violadas por la potencia colonialista.

Como sea, lo importante es debatir, conseguir más pruebas, documentación y testimonios que den cuenta y expliquen lo que efectivamente sucedió, y desde 1810 a la fecha. En 1967/8 Gran Bretaña firmó un borrador de transferencia de soberanía a la Argentina. ¿Por qué no se concretó? Durante el último gobierno de Perón, como demostró la Presidenta, existieron avances sustanciales en materia de negociaciones. ¿Por qué se suspendieron y por qué no se retomaron? El Foreign Office retiró de un registro público, entre marzo y mayo de 1982, documentación que debilitaba su titularidad sobre Malvinas. ¿Qué decía esa documentación? ¿Por qué prima aún el secreto oficial en Gran Bretaña sobre los archivos de la guerra? ¿En qué consistió el incidente Davidoff? ¿Quién agredió primero, la Argentina o Gran Bretaña? ¿Por qué los argentinos en general despotrican contra el 2 de abril, pero callan las siguientes agresiones británicas: a) el envío de buques de guerra, a fines de marzo; b) el envío de la Task Force, el 5 de abril; c) la conformación de la Zona de Exclusión Total (violatoria de la Resolución 502 de la ONU; d) el ataque a las Islas Georgias, el 25 de abril; y e) los bombardeos masivos británicos y el hundimiento al Belgrano, el 1 y 2 de mayo, en plena negociación de la iniciativa de paz peruana? ¿La Argentina provocó la guerra? ¿Qué rol jugó Estados Unidos? ¿Qué rol jugaron la Royal Navy y los kelpers en el desencadenamiento del conflicto? ¿Quién escaló el conflicto armado y cuándo? ¿Por qué se hundió al Belgrano? ¿Por qué el desembarco a meses de asumida la nueva Junta, si esta contaba con el total respaldo de EE.UU.? ¿Por qué el desembarco el 2 de abril si como dicen los comandantes de la Task Force, la Junta esperaba unos meses y la respuesta militar británica se hacía imposible? ¿No hubiera sido más lógico los meses de julio o agosto para la recuperación -como originalmente planeaba Galtieri- si la intención de la Junta era ir a la guerra para perpetuarse en el poder? ¿Por qué la inmensa mayoría desconoce los fallos de la Justicia en relación al 2 de abril? ¿Por qué muchos toman como verdad irrefutable el Informe Rattenbach, encargado por una Junta Militar, Junta que además derrocó a la Junta presidida por Galtieri? ¿La Comision Rattenbach se expidió sobre la decisión de recuperar Malvinas cuando no existía documentación diplomático-política (ni en Gran Bretaña ni en la Argentina) abierta para
la consideración de la Comisión? ¿No se merece la democracia un informe de y para la democracia? ¿Cómo se explica el apoyo masivo que la Argentina consiguió durante la guerra, tanto en América Latina como en la inmensa mayoría de los pueblos y países del Tercer Mundo?

En fin, historia verdadera, historia real hay una sola. Y ya sabemos quienes han sido, en líneas generales, los que se han encargado de escribir la "historia" después de cada "victoria". Sabemos también a quienes cabe su revisión, reescritura y divulgación, pues, ya que de capitulaciones al imperialismo hablamos, ¿qué hay de la rendición firmada por Domingo Cavallo años después ante Margaret Thatcher? Es que en realidad, la rendición efectiva no fue suscripta por la dictadura sino por su prolongación "democrática": desmantelamiento de las FFAA con Alfonsín y Menem (roles industrial, científico-tecnológico y militar propiamente dicho), el levantamiento de las restricciones a las importaciones británicas en 1989 (promovido por el ex Canciller Domingo Cavallo), la firma de los Acuerdos de Madrid en febrero de 1990 (inicio de hecho de la estrategia de "seducción" y la fórmula del "paraguas de soberanía") y, finalmente, el Convenio para la Promoción y Protección de Inversiones (Ley 24.184 del 1/12/92). Un mes después de consumados los acuerdos de Madrid, Cavallo almorzó con Thatcher en Londres. Allí le manifestó que la "Argentina respetaría los deseos de los isleños" (Clarín - 10/3/90). Estaban sentadas las bases de la traición diplomática al aceptar los "deseos" de los kelpers (profundizada al ridículo con Di Tella y los célebres ositos). Estaban sentadas las bases para la entrega cómplice de los recursos ictícolas e hidrocarburíferos en el archipiélago. ¿Sólo del archipiélago? La Ley 24.184 de 1992 estableció el principio del Trato nacional y cláusula de la nación más favorecida (la negativa de Rosas a acceder a este último beneficio aceleró los planes británicos para la invasión de 1845), el régimen de indemnización por pérdidas y el sistema particular de solución de controversias entre un inversor y el Estado receptor (CIADI).

El capitalismo financiero y especulador anglo-americano había ganado la batalla; Malvinas fue la madre de todas las batallas y consolidó el ascenso de la globalización neoliberal que arrasó con América Latina durante las últimas décadas del siglo pasado; sus consecuencias no solo que las hemos padecido desde entonces, sino que con el retorno a la Rosada de los mismos agentes británicos vestidos de argentinos y hablando perfecto castellano las estamos volviendo a padecer. Y es por esta razón que la resolución pacífica, política pero revolucionaria de la guerra de Malvinas por los hijos de la democracia verdadera, la que retornó el 25 de mayo de 2003, es también la madre de todas las batallas para una Argentina definitivamente libre y soberana, en una Patria Grande unida, próspera y emancipada.