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Breve critica al libro "La energía en tiempos de Alfonsín. Innovación, planificación estratégica, obras y autoabastecimiento"

Autor | OETEC-ID


Palabras Claves
Alfonsín, crítica, ex secretarios, falta de rigurosidad, Jorge Lapeña, libro, Menem, Plan Nuclear



28-08-2014 | Jorge Lapeña, ingeniero industrial, fue subsecretario de Planificación Energética (1983-1986), Presidente del directorio de YPF (1987-1988) y secretario de Energía entre el 14 de abril de 1986 y el 2 de marzo de 1988, presidencia de Raúl Alfonsín. Ocupó el cargo de Presidente de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) durante la administración de Fernando de la Rúa, siendo además miembro del Directorio entre 2000 y 2002. Lapeña integra el denominado grupo de los 8 ex secretarios de Energía, presididos por el ex secretario de Energía de Fernando de la Rúa, Sr. Daniel Montamat, testigo para la empresa estadounidense El Paso Energy en su demanda contra la República Argentina ante el CIADI. A continuación, una crítica al flamante libro del primero titulado "La energía en tiempos de Alfonsín. Innovación, planificación estratégica, obras y autoabastecimiento".


Insólita argumentación contra la objetividad histórica e historiográfica
En el prefacio de su libro, Lapeña nos explica que su trabajo "tiene la característica de ser escrita por alguien que fue protagonista de gran parte de los hechos relatados y ello lo aleja, naturalmente, de la metodología de la investigación historiográfica". Pareciera ser que el autor de cualquier trabajo de investigación o revisión debe renunciar a la objetividad histórica como historiográfica por el hecho de haber sido protagonista de la historia analizada. En realidad, sucede que la hermenéutica de Lapeña cae presa del obligado sesgo impreso por el autor al estudio de las políticas energéticas de los ochenta, noventa, 2000, 2001 y 2002, desde que queda absolutamente claro de su lectura la protección que brinda a sus colegas ex secretarios del referido grupo. La falta de honestidad intelectual del autor constituye una lisa y llana tomadura de pelo al lector.

Atómica omisión
Lapeña reconoce a la política nuclear como un baluarte científico y tecnológico. Sin embargo, poco y nada dice de la suerte corrida por la política nuclear durante el gobierno de Alfonsín. En 1980 la Argentina había firmado un contrato con la empresa alemana KWU-Siemens para construir la central nuclear Atucha II. Las obras se habían iniciado en Diciembre de 1981 y debían terminar en 1987, pero se presentaron serios retrasos durante el gobierno de Alfonsín. Los secretarios de Energía responsables de ese retraso (léase fracaso) fueron además del propio Lapeña, Roberto Echarte y Raúl Olocco, tres miembros del grupo de los 8 ex secretarios. La paralización del sector fue total. Las razones de semejante decisión brillan por su ausencia en el libro.

Oscuridad total (o la censurada crisis energética de Lapeña)
Un mes después de que Lapeña dejara la secretaria de Energía, comienzan a sucederse cortes eléctricos masivos, extendiéndose entre 1988 y 1989, más específicamente, al final del gobierno de Alfonsín. En efecto, en abril de 1988 comenzaron los problemas de generación eléctrica por lo que se debieron programar cortes de suministro, agravados a fines de ese año por la coincidencia de altas temperaturas, la baja potencia de las centrales hidroeléctricas por el descenso del caudal de ríos en la cuenca del Comahue y en el Río Uruguay, la salida de servicio de la central nuclear Atucha por un percance del núcleo del reactor y la necesidad de reparar una filtración en la central hidroeléctrica El Chocón.

Tal situación se vio además empeorada por la alta indisponibilidad del equipamiento termoeléctrico de Segba, que actuaba como reserva técnica del sistema, dada la falta de mantenimiento de sus unidades. Lapeña reconoce que se trató de una "ineficiencia del sistema" aunque procura desligarlo de un problema de naturaleza estructural por insuficiencia de inversiones o de infraestructura. Haber afirmado lo anterior hubiera dado por tierra con el célebre argumento esgrimido por él y el grupo de los 8 ex secretarios de "crisis energética" a la hora de calificar la situación del sector en el presente. La herencia de Lapeña desembocó en un grave e histórico problema en el segmento de generación, una verdadera e inédita crisis energética y que, paradójicamente, volvería con renovada fuerza casi una década después, durante la gestión de su colega Daniel Montamat.

¿Autoabastecimiento?
Llama poderosamente la atención que un ex secretario de Energía de la Nación realice un análisis tan ingenuo del concepto de "autoabastecimiento" como el que realiza Lapeña en su libro. Allí plantea, efectivamente, que el "autoabastecimiento" se alcanza "cuando un país abandona su situación de importador neto de energía para adoptar la posición de país excedentario y logra mantener esta condición en forma permanente y por un largo tiempo". Seguidamente, el autor afirma que la Argentina alcanzó esa condición en 1989, durante el último año de la presidencia de Raúl Alfonsín ya que se importó menos energía primaria y secundaria de lo que se exportó. Ahora bien, analicemos los problemas de semejante razonamiento. En primer lugar, existe un problema conceptual. Definir "autoabastecimiento" como un estado superavitario en materia de intercambio comercial externo pone un velo sobre la situación interna. Nada dice por ejemplo acerca de las necesidades del consumo local, es decir, si fueron satisfechas por una mayor producción de energía o si, por el contrario, una menor demanda interna facilitó la obtención de excedentes energéticos. Los números indican que en 1989 se dio este segundo escenario. La crisis hiperinflacionaria arrojó una caída del 7% del PBI respecto al año anterior e impulsó la retracción del consumo final energético en un 2%. Resulta absurdo celebrar, como lo hace Lapeña, la existencia de un sobrante de energía en una economía en recesión y con una demanda negativa. De modo que esta definición de autoabastecimiento se muestra muy limitada como indicador energético ya que oculta la dinámica de la demanda interna y es menos apropiada aún para dimensionar el desarrollo económico del país, afectado entonces y como es sabido por un galopante subdesarrollo. Asimismo, a comienzos de ese año se registró el pico de la crisis energética iniciada a fines de 1988. En segundo lugar, existe un problema temporal. Si el año 1989 se reparte entre la presidencia de Alfonsín y la de Carlos Menem (asumió el 8 de julio), habría que cuantificar con mayor precisión la dinámica del comercio exterior en cada semestre. Es una tarea trascendental teniendo en cuenta que los decretos desreguladores de Menem habilitaron la libre exportación de petróleo y derivados. No por casualidad se registran importantes aumentos interanuales en las exportaciones de crudo (un 49%, pasando de 463.000m3 a 688.000m3), de gasoil (407%, pasando de 150.000m3 a 764.000m3), de nafta súper (95%, pasando de 346.000m3 a 676.000m3) y de fueloil (54%, pasando de 530.207 a 818.963 toneladas). Es decir, exportaciones masivas que no perseguían como objetivo lograr el autoabastecimiento en sí mismo, sino la generación de saldos exportables para el pago de intereses de deuda y el cumplimiento de las metas de austeridad fiscal exigidas por el FMI. En fin, el autoabastecimiento fue, durante el 89-radical una consecuencia indirecta de la crisis socioeconómica provocada por el alfonsinismo; y durante el 89-menemista, resultado indirecto del proceso de "comoditización" del petróleo y gas, apuntalado por el excedente dejado por la crisis alfonsinista. La Argentina fue transformada artificialmente en un país atrasado, pobre y subdesarrollado, excedentario en su producción primaria en función de la rentabilidad privada y a costa de sus recursos no renovables.

Una tomadura lisa y llana de pelo (pelo del lector)
En su libro citado, Lapeña realiza un salto temporal entre los gobiernos de Menem y de Néstor Kirchner, a tono con su "relato" y ajeno a la rigurosidad histórica. En ese salto quedan atrás el gobierno de Fernando De la Rúa, la continuidad neoliberal y la crisis de 2001. También quedan atrás, el interinato de Eduardo Duhalde, la devaluación y la pesificación asimétrica. ¿Por qué semejante omisión, si Lapeña se considera crítico de las políticas energéticas de mercado? Simplemente porque ha decidido priorizar sus intereses políticos a la verdad histórica. Brillan por su ausencia hasta la más insignificante crítica de la gestión de Daniel Montamat como Secretario de Energía de Fernando de la Rúa (10 de octubre de 1999 al 25 de agosto de 2000), Emilio Apud (12 al 20 de marzo de 2001), Alieto Guadagni (19 de febrero al 7 de agosto de 2002) y Alberto Devoto (8 de agosto de 2002 y 24 de mayo de 2003). El nivel de contradicción y sesgo de esta obra difícilmente encuentre parangón. En síntesis, el libro de Lapeña se caracteriza por una falta absoluta de rigurosidad técnica, histórica e historiográfica. Su hermenéutica es inexistente. El libro no sólo desinforma sino que se rinde vergonzosamente a los intereses políticos del autor.