"Ing. Enrique Martín Hermitte"
Soberanía y Seguridad Jurídica Popular
| Artículos Periodísticos
Autor | OETEC-ID,
Palabras Claves
Argentina, Bolivia, Brasil, commodities, desendeudamiento, gobiernos populares, inclusión social, izquierdas, neoliberalismo, Weisbrot
18-05-2016 |
"Difícilmente". Responde Mark Weisbrot, economista estadounidense, investigador y co-director del Centro de Investigación de Economía y Política de Washington (CEPR, en inglés), quien sostiene que "a pesar de los recientes retrocesos, fue la impulsora de una "Segunda Independencia" (sic) en la región beneficiando así a "cientos de millones de personas". El artículo de Weisbrot -traducido al castellano dada su importancia- realiza un balance sumamente positivo acerca de las medidas políticas, económicas y sociales implementadas en América del Sur por los gobiernos de corte nacional y popular durante la última década. Sin embargo, no deja de remarcar los graves errores políticos cometidos, los cuales impidieron profundizar aún más las necesarias transformaciones que los tiempos históricos requerían. Mark Weisbrot lo ejemplifica magistralmente con el caso de Brasil al afirmar que "lo más triste del austeridazo brasileño fue que era absolutamente innecesario: Brasil tenía más de 350 mil millones de dólares en reservas y podría haber estimulado su economía sin ningún tipo de problemas en su balanza de pagos". En este sentido y a la hora de la autocrítica, nos quedará a los latinoamericanos hacer los balances correspondientes para entender qué responsabilidades tenemos respecto del retorno de las élites conservadoras al poder (en la Argentina la agrarista), actualmente disfrazada bajo los ropajes que le brinda el modelo neoliberal. No obstante, y a pesar de que las circunstancias políticas parecieran marcar un claro retroceso de los movimientos nacionales en América Latina, dicho repliegue sólo forma parte del ir y venir que atraviesa todo proceso político a lo largo de su camino evolutivo, esto es, hacia la toma de consciencia nacional y la consolidación de la segunda y definitiva independencia que es la económica. Por tanto, los movimientos de liberación nacional que siembran sus raíces en las profundidades de las grandes masas, más que irse, siempre están volviendo. Del grado de empoderamiento político que hayan adquirido los pueblos de la Patria Grande dependerá el futuro de la región. Precisamente, ese es el mensaje que nos deja Mark Weisbrot en su brillante artículo y que pasamos a transcribir.
Entre los círculos políticos y los medios de comunicación de Washington se comenta que el populismo de izquierda en América Latina finalmente ha llegado a su fin. La lectura sería la siguiente: el boom de las materias primas latinoamericanas, impulsado por la demanda china, originó el crecimiento económico de la región en los 2000. A su vez, esto coincidió con la elección de gobiernos de izquierda, los cuales fueron reelectos después de haber realizado grandes inversiones en materia de políticas públicas para los sectores sociales más rezagados. Dicha situación alejaba a los inversores extranjeros y repercutía negativamente sobre las políticas económicas de la región volviéndolas insostenibles.
Actualmente, el crecimiento de China se desaceleró, los precios de las materias primas disminuyeron, y con ellos, la suerte del nacionalismo de izquierda en América Latina. La victoria en las elecciones presidenciales de noviembre del candidato de la derecha Mauricio Macri en la Argentina, la aplastante victoria de la oposición venezolana en las legislativas de diciembre y la crisis económica y política de Brasil, incluyendo el esfuerzo actual para eliminar a la presidenta Dilma Rousseff, estarían anunciando el principio del fin de una era. Bajo este punto de vista, la región continuará eligiendo gobiernos de derecha -o como se dice en la jerga mediática, "moderados"- que retrocederán con algunas de las políticas económicas más importantes tomadas anteriormente por sus predecesores.
Brasil
¿Es verdad todo esto? La respuesta es no. Si bien es cierto que América Latina se vio afectada por los vaivenes de la economía mundial -la economía de la región estaba planchada y se preveía una contracción del 0,5 por ciento este año- no es la única realidad. En primer lugar, si queremos entender lo acontecido durante el siglo XXI, debemos preguntarnos por qué la izquierda ganó tantas elecciones en la región en menos de una década. La causa principal de la "marea rosa" fue el fracaso de la política económica a largo plazo durante las dos últimas décadas del siglo XX. En efecto, mientras que los salarios reales de la región crecieron tan sólo un 5,7 por ciento entre 1980 y 2000, durante las últimas dos décadas el aumento fue del 90 por ciento.
La influencia ejercida por Washington en materia de política económica estuvo orientada a disminuir el crecimiento de América Latina. En 2002, cuando Luiz Inacio Lula da Silva del PT de Brasil se candidateaba a presidente, el Fondo Monetario Internacional se sentó con él y con sus adversarios con el fin de marcar cual sería la agenda política macroeconómica a tomarse de cara a los próximos dos años después de las elecciones, más allá de quién resultara victorioso. Sin embrago, Brasil fue capaz de triplicar su crecimiento económico per cápita en relación al gobierno anterior y reducir un 55 por ciento la pobreza y un 65 por ciento la indigencia en 2014. Por su parte, el salario mínimo se duplicó, el salario real creció sustancialmente por primera vez en años y el desempleo alcanzó una baja histórica ubicándose en un 4,8 por ciento en 2014.
Bolivia
Después de operar bajo acuerdos con el FMI durante 20 años consecutivos, en Bolivia resultó electo Evo Morales, el primer presidente indígena (en un país con mayorías indígenas), quien asumió su cargo en 2006. En ese momento, el ingreso per cápita boliviano era menor que 27 años antes. Como consecuencia, una de las primeras medidas del gobierno fue re-nacionalizar la industria de los hidrocarburos que -incluso más que la suba de precios- posibilitó un incremento por siete de la recaudación nacional, la cual pasó de 731 millones de dólares a 5 mil millones de dólares durante los ocho años subsiguientes. Esta jugada política, imposible de realizar si un gobierno no cuenta con la suficiente soberanía económica, fue la base del notable progreso económico y social que Bolivia experimentó durante la última década. Asimismo, el gobierno tuvo que sobreponerse a una derecha violenta y secesionista. En 2008, el presidente Morales echó de una patada al embajador de Estados Unidos acusándolo de cooperar con las tentativas golpistas de la oposición. Entonces, el Departamento de Estado de los EEUU invertía grandes cantidades de dinero en Bolivia y se negó a revelar dónde se dirigía (los Estados Unidos y Bolivia aún no mantienen relaciones entre sus cancillerías). Una vez conseguida la estabilidad política en 2009, la economía se desenvolvió muy bien -incluso durante la crisis mundial- impulsada por un fuerte aumento en la inversión pública.
La Argentina
Los cambios en la política económica también fueron clave para el éxito de la Argentina después del default y la devaluación de finales de 2001. El notable crecimiento económico y la reducción de la pobreza que siguieron durante los años siguientes -aproximadamente el PIB aumentó un 78 por ciento y la pobreza se redujo en más de un 70 por ciento (cifras basadas en encuestas independientes, dado el descrédito de las estimaciones oficiales de inflación; véase http://sedlac.econo.unlp.edu.ar/eng/statistics.php)- tuvieron poco que ver con la exportación de materias primas.
Una condición necesaria para la recuperación robusta de la Argentina (el PIB creció más de un 60 por ciento desde 2002 hasta 2008) fue el accionar del gobierno para resolver el problema de la deuda externa y la adopción de una línea dura en la renegociación de la misma. De inmediato, se logró una carga de deuda sostenible en lugar de una serie de crisis recurrentes debido al peso de una deuda excesiva como la que hoy vive Grecia. Asimismo, y siguiendo con las diferencias al caso griego, la Argentina se liberó rápidamente de las demandas de sus acreedores. A su vez, el gobierno gravó a los exportadores con impuestos a fin de capturar los beneficios extraordinarios de la devaluación, se sirvió del Banco Central para gestionar el tipo de cambio y aplicó un impuesto a las transacciones financieras, entre otras tantas políticas que permitieron al país salir de la crisis.
Conclusiones
Los ingresos provenientes del boom de las materias primas ayudaron, en la Argentina y otros países, no a impulsar el crecimiento en sí sino a permitir equilibrar los problemas en sus respectivas balanzas de pagos a medida que avanzaba el crecimiento económico. Bien sabido es que en una economía a todo vapor la demanda de importaciones tiende a crecer más rápido que las exportaciones, por lo cual existe el riesgo de que las reservas internacionales no alcancen.
De esta manera, en países vulnerables a dichos problemas -Argentina, por no poder acceder al crédito internacional y Venezuela, por su tipo de cambio disfuncional y su dependencia del petróleo para la generación de ingresos- los commodities fueron una salvaguarda. Sin embargo, la mayoría de las veces, la fase de expansión económica y progreso social de América Latina durante el siglo XXI fue impulsada por cambios en la política económica: medidas contra-cíclicas en materia fiscal y monetaria y aumentos en la inversión pública, el salario mínimo, las pensiones públicas, la salud y los programas sociales. En efecto, entre 2002 y 2013, la pobreza se redujo de 44 a 28 por ciento a nivel regional, después de haber aumentado exponencialmente durante las dos décadas anteriores.
Estos positivos cambios en la política, que habilitaban en América Latina una "Segunda Independencia", perseguían la recuperación de la región en el siglo XXI. Pero, a su vez, gran parte de la crisis actual se explica por graves errores políticos. Desde finales de 2010, con algunas interrupciones, y luego de la reelección de Dilma Rousseff en 2014, el gobierno del PT en Brasil comenzó a implementar una serie de medidas que empujaron a una profunda recesión a la economía más grande de América Latina donde se incluyen recortes en la inversión pública, ajustes en el presupuesto, dos ciclos con incrementos en las tasas y la restricción del crédito.
Lo más triste del austeridazo brasileño fue que lejos estaba de ser necesario: Brasil tenía más de 350 mil millones de dólares en reservas y podría haber estimulado su economía sin ningún tipo de problemas en su balanza de pagos. La oposición a Dilma se ha valido de la crisis y los medios de comunicación brasileños entraron en una guerra total contra el gobierno a fin de poner en marcha un "golpe" en su contra. Sin embargo, la presidenta tiene un punto fuerte: a diferencia de la mayoría de los miembros del Congreso que llevan a cabo el juicio político, no se la acusa de ningún acto de corrupción sino más bien de pasar por alto ciertas negligencias cometidas por presidentes anteriores, lo cual no constituye ningún delito.
Cada país tiene una historia diferente si de recesión se trata: en Ecuador responde a la caída en el precio del petróleo, que representa la mayoría de los ingresos del gobierno; y en Venezuela, si bien tiene que ver con el colapso del precio del petróleo, su recesión data desde cuando éste aún se encontraba en 98 dólares por barril. Específicamente en el caso venezolano, la economía quedó atrapada en una espiral de "inflación-depreciación", que ocasionó una inflación del 180 por ciento durante el año pasado mientras que el dólar negro subía más de 100 veces respecto de la tasa oficial. Al igual que en Brasil, lo anterior se explica principalmente a partir de errores políticos; el más importante en Venezuela, se trató de un esfuerzo insostenible por mantener un tipo de cambio fijo y sobrevaluado.
Como sea, a no esperar que la crisis actual de la región origine la repetición de lo sucedido durante las décadas perdidas de finales del siglo XX. Generalmente, ese tipo de desastres ocurren cuando las naciones no tienen un control soberano en materia de política económica (como pasa hoy en los países de la eurozona). Durante los últimos 15 años, Washington trató de deshacerse de los gobiernos de izquierda en América Latina; pero sus esfuerzos sólo han tenido éxito, por lo menos hasta ahora, en los países más pobres y más débiles: Haití (2004 y 2011), Honduras (2009), y Paraguay (2012). En efecto, durante el siglo XXI, la izquierda latinoamericana trajo consigo la "Segunda Independencia" para la región, alteró las relaciones económicas y políticas del hemisferio y -aún incluyendo las pérdidas económicas originadas por la reciente recesión- impulsó cambios económicos y sociales históricos que beneficiaron a cientos de millones de personas, especialmente a los sectores más necesitados. Más allá del revés electoral en la Argentina y la constante amenaza antidemocrática en Brasil, probablemente estos países continúen siendo en el futuro la fuerza dominante que impulse a toda América Latina.
Hasta aquí el importantísimo aporte de Weisbrot. Nos queda a los latinoamericanos hacer los balances correspondientes para entender qué responsabilidades tenemos respecto del retorno de las élites conservadoras al poder (en la Argentina la agrarista), actualmente disfrazada bajo los ropajes que le brinda el modelo neoliberal. No obstante, y a pesar de que las circunstancias políticas parecieran marcar un claro retroceso de los movimientos nacionales en América Latina, dicho repliegue sólo forma parte del ir y venir que atraviesa todo proceso político a lo largo de su camino evolutivo, esto es, hacia la toma de consciencia nacional y la consolidación de la segunda y definitiva independencia que es la económica. Por tanto, los movimientos de liberación nacional que siembran sus raíces en las profundidades de las grandes masas, más que irse, siempre están volviendo. Del grado de empoderamiento político que hayan adquirido los pueblos de la Patria Grande dependerá el futuro de la región. Precisamente, ese es el mensaje que nos deja Mark Weisbrot en su brillante artículo y que pasamos a transcribir.
Bibliografia
Weisbrot, Mark (2016). "Has the Left Run Its Course in Latin America?". The Nation. http://www.thenation.com/article/has-the-left-run-its-course-in-latin-america/