Alrededor de Juan José Aranguren se ha construido una imagen heroica por parte de ciertos sectores empresariales y mediáticos. Presidente de Shell Argentina desde el año 2003 -en coincidencia con la asunción de Néstor Kirchner a la presidencia de la Nación- su reputación para esos sectores se ha forjado en función de sus declaraciones altisonantes contra las políticas energéticas, económicas y hasta culturales (el CEO de Shell se opuso a la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual) del kirchnerismo. En cambio, cuando se trata de éxitos productivos Aranguren tiene poco y nada de lo cual enorgullecerse.

Durante la entrevista con el diario La Nación vuelve a despacharse contra el proyecto político encabezado por Cristina Fernández de Kirchner: "Se termina la Argentina de los iluminados, que una sola persona puede resolver los problemas del país (…) empezando por la presidente de la República. Primero los iluminados tienen que ser el pueblo argentino, tiene que ser sabio e inteligente cuando vota. Después aquellos que tienen la responsabilidad de ser elegidos, tienen la obligación de responder al mandato que el pueblo le dio, que es administrar la cosa pública en forma eficiente, no solamente en el presente sino también pensando en el futuro que le vamos a dejar a nuestros hijos".

Con la misma ceguera que guía a toda la oposición político-mediática, Aranguren no tiene intención de reconocer el inmenso respaldo que el electorado le brindó en dos ocasiones a la Presidenta y la confianza popular que aún conserva a poco de terminar su mandato. Y si se trata de administrar "en forma eficiente" los asuntos públicos, no sería justamente lo más apropiado pedirle consejo a un empresario al frente de una gestión con tan baja eficiencia.

Afortunadamente para Shell y para todos los argentinos, Aranguren dejará la presidencia de la empresa el 30 de junio para dedicarse a la actividad político partidaria. Desde hace un tiempo a esta parte se encuentra trabajando en el equipo de energía que colabora con Mauricio Macri, el líder del PRO. Alguna vez Macri dio a entender que le gustaría contar con Aranguren en la conducción de YPF, por lo que el entrevistador le pregunta si le gustaría presidir la emblemática empresa argentina en algún momento. Aranguren responde negativamente aunque afirma que puede "aportar en el sector de la energía, no solamente en el sector petrolero" de cara a un hipotético gobierno amarillo.
Aranguren opina que tenemos hoy una "discusión entre relato y realidad" repitiendo el leitmotiv de los medios hegemónicos para referirse a un supuesto divorcio entre los dichos y los hechos en la gestión del oficialismo. Sin embargo, el divorcio entre relato y realidad se aplica con toda justeza a la figura del propio Aranguren: por un lado, su estrellato mediático y, por otro lado, la pobre performance de la empresa que conduce desde hace 12 años. Una forma de acercarnos a la realidad es a través de datos duros. Y son precisamente los datos duros de Shell Argentina los que muestran en la última década un injustificadamente bajo factor de utilización de la capacidad instalada de su refinería de Dock Sud en relación a sus competidoras, así como una declinante producción de combustibles que fue compensada con crecientes volúmenes de combustibles importados. Por cierto, una importación que, tal y como hemos analizado en reiteradas oportunidades desde nuestro Observatorio, genera una erogación de divisas perjudicial para el país, erogación que bien podría haberse subsanado con una política de sustitución de importaciones a partir de una mayor producción local (pero que Shell siempre mantuvo deliberadamente deprimida).

En 2014, la producción y ventas de la firma anglo-holandesa cayó notablemente respecto al año anterior. El volumen de procesamiento de crudo disminuyó un 3,1% y el factor de utilización de la capacidad instalada de su refinería de Dock Sud cayó de 84,2% a 81,6%. También se redujo la producción de combustibles líquidos: la nafta súper un 3,5%, la nafta ultra un 6,9% y el gasoil un 0,9%. Las ventas de la compañía cayeron más fuertemente aún: nafta súper 5,8%, nafta ultra 9,5% y gasoil 5,9%. Para más detalles del eficiente Aranguren, la siguiente tabla (procesamiento de crudo, producción de combustibles líquidos y ventas de YPF y Shell, año 2014):



Aquí surge la pregunta ¿este opaco desempeño de Shell en 2014 se debe a una menor actividad económica y por tanto a una menor demanda interna? Una rápida respuesta podría ser afirmativa pero los números de YPF la desmienten. Respecto a 2013, el procesamiento de crudo en sus refinerías creció 4,6% y la producción de nafta súper y la de gasoil se incrementó 5,2% y 0,5%, respectivamente, mientras que la de nafta ultra decreció 13,6%. En tanto que sus ventas aumentaron en los tres casos: la súper 6%, la ultra 1,2% y la de gasoil 1,5%. Pese a la caída de sus ventas, Shell siguió comprando combustibles en el exterior: importó el 7,3% de la nafta súper y el 15,8% del gasoil que vendió en el mercado interno, en lugar de optar por la importación de crudo liviano que le permitiera elevar el uso de la capacidad instalada con la que cuenta, opción menos onerosa para la balanza comercial del país.

Mientras que YPF sigue consolidándose como compañía líder del mercado a través de una gestión probadamente exitosa y una orientación política que le imprime la presidenta Cristina Fernández ajustada a las necesidades de la sociedad argentina, Shell sigue contrayendo su oferta y sigue perdiendo posiciones en la consideración de los consumidores locales.

Rendidos a la realidad y no al relato del flamante candidato de Macri, postular a Aranguren a la presidencia de YPF (o a cualquier otro cargo en el área energética) suena como mínimo a un chiste de mal gusto.