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El FMI pronto llegará a la Argentina. Este libro... nuestra primera mejor defensa

Autor | Mario Rapoport


Conflictos de Interes
El autor no manifiesta conflictos de interés


Palabras Claves
artículo IV, FMI, historia, libro, Macri, neoliberalismo, Noemí Brenta, relaciones, soberanía



04-02-2016 | El FMI pronto llegará a Buenos Aires para el informe del artículo IV, que la Argentina se negó a realizar desde 2006 por su visión sesgada y sus recomendaciones de políticas neoliberales que nos condujeron a la peor crisis de nuestra historia. Reaparece el fantasma de un pasado marcado por ajustes brutales y pérdida de soberanía, con breves intervalos de bonanza que siempre dejaron a la Argentina más endeudada y extranjerizada. A continuación, el prólogo escrito en febrero de 2013 al fundamental y nunca más oportuno libro "HISTORIA DE LAS RELACIONES ENTRE ARGENTINA Y EL FMI" (Eudeba; 2013) de la Dra. Noemí Brenta. Este Observatorio publicará a lo largo del año y firmados por la autora, fragmentos clave del mismo.





Esta obra cubre un vacío significativo en la producción académica local y, en general, en el conocimiento de una temática crucial en la historia económica argentina reciente, como es el rol del Fondo Monetario Internacional en la política económica doméstica, desde el ingreso del país en 1956 hasta nuestros días. El eje central del texto es el vínculo entre los acuerdos firmados con el FMI y la implementación de planes de ajuste y estabilización. Procura así identificar una estructura subyacente a la reiteración de la coyuntura acuerdo-plan de ajuste, que contribuye a explicar los ciclos de crecimiento y depresión característicos de la economía argentina en el período que cubre el análisis. Esta dupla determinó en buena medida la lógica de acumulación de la Argentina previa a la crisis de la deuda externa, en 1982, y, posteriormente, su modo de integración al proceso de globalización financiera y al nuevo orden económico internacional surgido a partir del fin de la guerra fría.

Este trabajo evalúa el impacto sobre la economía local de los acuerdos y proporciona elementos claves para determinar la responsabilidad de la dirigencia nacional en las condiciones de negociación de los mismos. Especialmente, la circunstancia de que muchos fueron celebrados sin necesidad, solo para facilitar la toma de préstamos externos que engrosaron constantemente la deuda soberana. Ya desde los años 50 el FMI recomendó en forma constante medidas de política económica a los países en desarrollo como condición para el desembolso de sus créditos. Aconsejó e impusó casi siempre políticas de ajuste, recesivas y de neto corte neoliberal y, luego, a través de un renovado y activo rol financiero y de auditor internacional, se convirtió en el representante de los intereses de la comunidad financiera mundial y de las empresas multinacionales asociadas a las exigencias de los países centrales.

En sus orígenes, el FMI no había sido gestado para el tipo de objetivos y acciones que luego pregonó. Sin embargo, su propósito original de suavizar el ajuste de los déficits de balance de pagos de los países miembros para favorecer el crecimiento del comercio internacional y de la actividad económica y evitar depresiones, como en la década de 1930, fue abandonado muy pronto por normas cada vez más rígidas, pero aplicadas discrecionalmente según los intereses de los países centrales. Brenta parte del análisis del sistema monetario internacional y del modo de resolver sus tres problemas fundamentales: la existencia de medios de pago internacionales, la coordinación cambiaria y el ajuste de los desequilibrios externos. Desde el patrón oro hasta nuestros días, las soluciones a estos problemas siempre fueron convencionales y provisorias, reflejo del poder del hegemón de turno –Gran Bretaña hasta la Primera Guerra, incuestionablemente Estados Unidos desde la Segunda– y de las tensiones entre las monedas clave, más que de los intereses globales de todos los países.

El texto critica el eufemismo teórico que denomina país grande a los emisores de medios de pago utilizables en las transacciones entre países y como reservas en los bancos centrales, y país pequeño a todos los demás, incluyendo China, Brasil y la India. Esta naturalización de lo contingente se reproduce en el FMI, cuyo departamento de investigaciones desarrolló el enfoque monetario del balance de pagos para justificar un conjunto de recetas que ya la banca trasnacional, como la Baring Brothers, aplicaba desde el siglo XIX. El fondo de la cuestión es que los países no emisores de moneda internacional deben financiar sus déficits fiscales con esa moneda. Esto cumple el doble objetivo de asegurar la demanda de un medio de pago nacional de uso mundial (el dólar) y de títulos de deuda del gobierno emisor, garantizando el pago de importaciones y remuneraciones al capital transnacional de la misma forma.

A partir de los años 70, con la crisis del dólar, la formación de un patrón monetario desprendido del oro y basado exclusivamente en la moneda norteamericana, y la abundante liquidez internacional, el FMI pasó jugar un rol más activo ayudando a reciclar con sus consejos y aportes los dólares sobrantes a bajas tasas de interés en las economía periféricas. De esta forma se va a crear la gran crisis de endeudamiento externo de esas economías que estalló en 1982. Luego, con el alza de las tasas de interés y el engrosamiento de las deudas, los dólares prestados regresaron en forma mucho más abultada a sus lugares de origen, los países centrales. Nuevamente, en los años 90, el FMI acudió a las naciones periféricas otorgando créditos a modo de garantía para los flujos de capitales privados, pero ahora exigiendo reformas estructurales. Éstas fueron la apertura irrestricta de las economías, en especial de la cuenta de capitales del balance de pagos; la drástica reducción del déficit fiscal; monedas sobrevaluadas y convertibles (estableciendo así un seguro de cambio que garantizaba la rentabilidad de las empresas transnacionales y de la especulación) y otras similares. Esos flujos de capital terminarían produciendo en el caso de la Argentina, un colapso de magnitudes nunca vistas en su historia económica. Los preceptos del Consenso de Washington tropezaron allí cruelmente con la realidad.

Entre los aspectos más destacados de este trabajo se encuentra la identificación de los mecanismos de influencia política en el Fondo por parte de sus miembros más importantes y, en especial, de los Estados Unidos, a través de instrucciones a su director representante dentro del organismo haciendo valer el poder decisivo que su voto le otorgaba. Brenta trabajó con los informes que los respectivos poderes ejecutivos elevaron periódicamente a los parlamentos norteamericano, británico y francés, materiales no utilizados previamente por otros autores. Otro aporte significativo es el análisis de la tentativa de dolarización plena de la Argentina, entre 1989 y 2001, que culminó en agosto de ese último año, cuando el Director General del Fondo, Horst Kohler, condicionó la continuación del apoyo al país por parte de su organismo a la sustitución del peso por la moneda estadounidense, episodio conocido años después.

El libro finaliza evaluando la evolución de la economía argentina y de la política económica una vez cancelada la deuda con el FMI, en 2006, en el turbulento escenario internacional
de la crisis de la Gran Recesión.

En síntesis, este libro representa una valiosa contribución sobre las características y funcionamiento del FMI y las difíciles negociaciones que tuvo con la Argentina. Surge también claramente la responsabilidad conjunta del ente internacional y de los gobiernos argentinos en el desenlace de la profunda crisis que padeció el país a fines de 2001, luego de dieciséis años seguidos bajo acuerdos, y la recuperación de cierta libertad para diseñar la política económica en favor de los intereses nacionales, a partir de la cancelación total de la deuda con el organismo.