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Recordando la Junta General de Comercio (1815) en tiempos de librecambio

Autor | Federico Bernal


Conflictos de Interes
El autor no manifiesta conflictos de interés


Palabras Claves
1815, ALCA, Alianza del Pacífico, despidos, historia, Junta General de Comercio, lecciones, librecambio, proteccionismo, TLC



11-06-2016 | Más de 150.000 despidos (200.000 en total) y más de 2.500 pequeñas y medianas empresas que han bajado la persiana. Y esto es solo el comienzo, porque se viene finalmente el ALCA, no a través del ALCA mismo como intentó infructuosamente Bush en Mar del Plata. Será a través de la Alianza del Pacífico: TLC con México, Colombia, Perú y Chile, todos los cuales a su vez mantienen un TLC con EE.UU. Como aporte al forjamiento de una conciencia nacional, de una conciencia de los trabajadores y de una burguesía que ame a su pueblo y por él trabaje e invierta, nos interesa siempre recordar las lecciones de la historia.


"Proyecto de Reglamento de Comercio"
Analizábamos unas semanas atrás uno de los reclamos proteccionistas de mayor magnitud en la Buenos Aires de 1815. Se trataba del escrito presentado al Director del Estado por parte del maestro mayor del gremio de sastres. En esta oportunidad toca abordar el más que valioso aunque desconocido "Proyecto de Reglamento de Comercio para la reforma y mejora del que actualmente tiene y hace la Capital de Buenos Aires". Dicho documento fue el resultado de las conclusiones de la Junta General de Comercio, creada y reunida por primera vez en septiembre de 1815, el mismo mes en que el referido gremio formuló su petición. La Junta General de Comercio nació de las condiciones objetivas creadas por el descontento de cierto sector de la insipiente burguesía porteña y de las provincias mediterráneas a la penetración comercial de Inglaterra, por entonces franca dominadora de la Aduana y del comercio exterior en el Plata. En fin, un gremio y un conjunto de empresarios alzaron coordinadamente su voz de protesta en defensa de la producción y el empleo nacionales, esto es, en defensa de una economía industrial y soberana, tal como el Plan de Operaciones había intentado fundar.

La Junta General de Comercio
En septiembre de 1815, movilizados por la inacción del gobierno ante el avance de las manufacturas importadas de Gran Bretaña, unos 69 comerciantes se dan cita por primera vez con un fin específico. La tendencia pro-británica exhibida por el gobierno era alarmante: recuérdese el pedido del general Alvear al embajador lord Strangford en Río de Janeiro, enero de 1815, solicitándole que Inglaterra acoja "en sus brazos a estas Provincias". Pues bien, entre septiembre y diciembre de aquel año, la Junta General de Comercio vivió dos meses intensos de reuniones, culminando en la elaboración de uno de los documentos proteccionistas más importantes de la época. En efecto, el "Proyecto de Reglamento de Comercio para la reforma y mejora del que actualmente tiene y hace la Capital de Buenos Aires", presentado al Supremo Director en diciembre de 1815, expone los motivos para la protección de 108 artículos. Dice el historiador Mariluz Urquijo al respecto: "Aprovechando iniciativas y memoriales anteriores, el proyecto, animado de un marcado espíritu nacionalista, procura solucionar todos los problemas que se venían agitando desde hacía años, especialmente los referentes al comercio, la industria, la desocupación de los hijos del país y la marina mercante". Reproducimos a continuación, la parte del proyecto atinente al fomento de las manufacturas del país.

Contener "los males que atacan la prosperidad del país y la fortuna de sus hijos"
Así arranca el inciso 13 de la sección tercera y última del documento, titulada "Del Comercio Terrestre": "Para fomentar las fábricas de las provincias de Cochabamba, Tucumán, Córdoba, Mendoza, etc., serán gravadas con un cuarenta por cierto las mantas o frazadas, ponchos, pellones, alfombrados de lana, los lienzos ordinarios de algodón y todos los tejidos de lana y algodón extranjeros que se asemejen a los de nuestras fábricas". Al cierre de la sección, capítulo final, las "Medidas Generales". Se comprobará acto seguido que tan tempranamente como 1815 había empresarios interesados en contrarrestar los efectos perniciosos de la descapitalización nacional originada en un balance comercial deficitario: "Primera [medida]. Una demostración inequívoca ha manifestado que las importaciones de los extranjeros han excedido a las exportaciones en muchos millones en estos seis años últimos. El numerario ha disminuido notablemente y las existencias de millones de pesos en plata labrada, pastas, piñas, barras, tejos de oro,... han desaparecido". Incluso fueron mucho más allá, al denunciar las importaciones suntuarias: "... siendo los más de los artículos [importados] innecesarios para la comodidad, han servido para fomentar solamente el lujo y los vicios, para destruir las artes y la industria... En este conflicto, la comisión estima de necesidad respectiva la adopción de algunas medidas que... contengan de algún modo los males que atacan la prosperidad del país y la fortuna de sus hijos".

Proteccionismo inteligente y selectivo
La segunda de las "medidas generales" propuestas por la Junta, establecía que: "Desde la publicación de este Reglamento, se prohibirá la introducción de toda clase de ropas y adornos extranjeros de cualquier género que fuesen manufacturadas [localmente]... La ropa que viniese del Brasil dentro de cuatro meses, seis de Europa y ocho del Norte América, se admitirá en los almacenes de exportación para reembarcarla; cumplidos estos plazos, toda la ropa hecha que llegare será quemada... Y la que traigan los viajeros en sus equipajes deberá manifestar que tiene uso". De la ropa -especialmente de interés al gremio de sastres y su reclamo proteccionista descripto el domingo pasado en esta columna-, el frente de comerciantes pasaba al "calzado y a toda obra de carpintería fina", prohibiéndose la importación de todo y "cuanto se hace y puede hacerse en los talleres de esta Ciudad... Esta prohibición se extenderá a toda clase de carruajes, coches, etc. ...Con las mismas calidades y en los mismos términos se prohibirá la introducción de maderas labradas para puertas, ventanas y construcción de casas". Luego, y demostrando una cabal comprensión de las propias limitaciones, se pedía librar de "todos derechos las máquinas para la agricultura y artes y las ciencias...", aunque prohibiendo "la introducción de herramientas de hierro vaciado para la agricultura y artes...". Como siempre, el límite de la medida venía dado por impedir el ingreso sólo a "lo que se trabaja en nuestras herrerías para prohibir lo que le igualare". El documento avanzaba también en la interrupción de las importaciones para toda clase de dulces, pescados, mantequillas, aceitunas, cal, baldosas, ladrillos. Elevaba los aforos a cervezas y vinos embotellados y protegía especialmente a la "fábrica de sombreros finos en esta ciudad". Concluía en su último inciso, de forma clara y contundente: "Todo artículo extranjero, que perjudique a la industria del país o que por ser de lujo se estime perjudicial a juicio de dos vistas y de los veedores o de un veedor y una vista no se permitirá su introducción hasta la resolución del gobierno...".

La Aduana británica de Buenos Aires
No obstante el aludido documento, los intereses de la contrarrevolución de 1811, transitoriamente interrumpida por el accionar de San Martín que desembocó en la Asamblea del Año XIII, iban en ascenso. Su apogeo será Bernardino Rivadavia como Director Supremo. La respuesta a la Junta por parte del administrador de la Aduana, el 16 de marzo de 1816, parecía haber sido redactada en Londres: "...no son a mi juicio nuestras circunstancias las más adecuadas para variar esencialmente (a la voz de un nuevo reglamento), el sistema de nuestro comercio; pasada la época en que pudo darse la ley al extranjero sin que pudiese oponerle un legítimo motivo de queja, es preciso reconocer que no nos hallamos en la feliz situación de recoger nuestros primeros empeños para subrogarles otros menos liberales...". Manuel José del Valle, el criollísimo jefe de la Aduana, obraba cual funcionario inglés y retrucaba con la sutil pero lapidaria diplomacia del Foreign Office. Sin decirlo, les decía a los locos proteccionistas que el tiempo para una política económica nacional había expirado. Sucedía sencillamente que los comerciantes de la Junta, por muchos que fueran y pudieran congregarse, no hacían ni sombra a la próspera nación europea, imperial y amplia dominadora del comercio mundial. Por otra parte, mientras que no existía Estado que los pudiera contener, los mejores cuadros revolucionarios -herederos del partido morenista- se encontraban abocados a la emancipación de las Provincias Unidas. Sobre la Aduana de las Provincias Unidas flameaba triunfante la Union Jack. A comienzos de 1816, Manuel José García -quien luego será ministro de Hacienda de Rivadavia y padre de la deuda externa argentina- partía al Brasil para reunirse con las máximas autoridades británicas, sirviendo en bandeja de oro la soberanía nacional.

Conclusiones
Cualquier coincidencia con la realidad es pura casualidad… ¿Será porque la historia se repite? No. Es porque las causas estructurales del subdesarrollo y del atraso representadas hoy por una verdadera pandilla repleta de cuentas y empresas off shore en Panamá siguen vigentes. Y hablamos de los herederos de las pandillas que otrora permitieron el contrabando de los buques y del comercio inglés en detrimento del propio, que apostaron a todas y cada una de las invasiones británicas -militares y de mercaderías-, que se alzaron con Rivadavia y lucharon contra nuestros caudillos y "las masas y las lanzas" durante el siglo XIX, que masacraron al pueblo del Paraguay, que se hicieron del gobierno fraudulentamente con Bartolomé Mitre y "civilización y barbarie" lo llevaron hasta sus últimas consecuencias; hablamos de los que profundizaron el proceso de "Reorganización Nacional" luego de derrocar a Yrigoyen y al General Perón, en un genocidio de centenares de miles de industrias y decenas de miles de compatriotas. Estas pandillas han vuelto al poder a partir del 10 de diciembre de 2015. De nosotros depende la construcción de un programa verdaderamente revolucionario que se base en nuestra historia más profunda y genuina, en nuestros más genuinos próceres, hombres y mujeres de la Patria Grande aquí en la Argentina y en las Provincias Unidas, para que el triunfo del pueblo argentino sea definitivo.