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| Artículos de opinión

Agenda reaccionaria al acecho: el documento económico del partido del golpe en el Brasil

Autor | Javier Ghibaudi


Conflictos de Interes
El autor no manifiesta conflictos de interés


Palabras Claves
Brasil, conservadurismo, Dilma Rouseff, golpismo, Lula Da Silva, PMDB, programa económico, PT, reacción, reformas, Temer



15-06-2016 | En el ruido de fondo del Brasil de estos días, marcado por los procedimientos formales, las intrigas y las continuas escenas tragicómicas del golpe institucional en curso, se destaca el intento de re-actualización de una agenda económica reaccionaria. Dentro de la inestabilidad de nombres y supuestas medidas en elaboración, resulta una constante la citación de un documento: "Puente para el Futuro". El mismo, elaborado en octubre de 2015 por el autodenominado Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), representa la propuesta común de las distintas facciones de la sigla partidaria en el marco de su paso por la vicepresidencia, aunque no explicitaba en forma orgánica sus intenciones golpistas. Si bien no puede ser tomado como una agenda real y concreta a implantar de forma lineal, llama la atención su carácter neoliberal y el hecho de que aparezca en el debate público como el punto de referencia para las directrices de medio y largo plazo en materia de política económica, consumada la destitución de Dilma Rousseff. Medios de prensa, políticos y analistas se cuestionan en qué medida y quiénes podrían cumplir con sus fundamentos: transformar cualitativamente el presupuesto federal, ampliar las privatizaciones y flexibilizar los derechos laborales y de seguridad social. A seguir, proponemos pasar en limpio cuáles son las ideas fuerza del mencionado documento; quiénes las promueven en términos de clases y fracciones de clase; y por qué una agenda reaccionaria de este tipo tiene nuevamente centralidad en Brasil.


Las ideas fuerza y promotores del puente
El documento del PMDB se fundamenta, ante todo, en la ya repetida utopía liberal de una menor participación del Estado en la economía como forma de incentivar la inversión privada y la acumulación de capital. De esa forma, hace énfasis en la ampliación del proceso de privatizaciones y las reformas del presupuesto público. Tal vez más importante, como bien indica el análisis del Profesor Carlos Vidotto de la Universidad Federal Fluminense (http://www.teoriaedebate.org.br/index.php?q=materias/economia/carta-de-despedida-aos-brasileiros), sea que el Puente destaca por su conservadurismo extremo y reaccionario a los derechos consolidados en la Constitución Brasileña de 1988. La reforma del presupuesto se relaciona con el fin de los mínimos constitucionales para gastos en Salud y Educación -fijados por la constitución en un 15 y un 25 % respectivamente- con el argumento de poder ganarse así una gestión "más ágil". En el mismo sentido, el Puente entiende al sistema previsional como una fuente de déficit que debe ser combatida mediante el aumento de la edad jubilatoria y el fin de la indexación de los haberes según la evolución del salario mínimo. Del mismo modo, propone flexibilizar los derechos laborales, vigentes y consolidados desde la época de Getulio Vargas -la llamada Consolidación de Leyes del Trabajo (CLT) del año 1943 - que consiguieron salvarse del auge neoliberal de la década de 1990.

Estas ideas fuerza no son el producto del ejercicio intelectual de algún experto o usina de pensamiento, se trata de las principales reivindicaciones en las que coinciden las fracciones de la clase dominante, las mismas que impulsaron con vigor la destitución de Dilma Rousseff. Esta articulación patronal es liderada por los empresarios nucleados en la poderosa Federación de Industriales de São Paulo - FIESP - y los bancos privados nacionales, sobre todo los más vinculados a la banca internacional, como el grupo Itaú-BBVA. El actual consenso en las clases dominantes contrasta con el acuerdo inter-clasista articulado en los primeros gobiernos del PT del ex presidente Lula (2003-2006; 2007-2010) y que empezara a resquebrajarse en el primer gobierno de Dilma (2011-2014). Como destacamos junto a Eduardo Crespo en un artículo reciente (http://www-3.unipv.it/ilpolitico/sintesi.php?id=874), lo que hoy se denomina Lulo-Petismo logró conquistas importantes para los sectores populares mediante políticas de transferencia de ingresos, valorización del salario mínimo y del sistema previsional, mayor acceso a algunos bienes públicos y estímulo al crédito para el consumo. Al mismo tiempo, mantuvo los altos lucros del sector financiero privado y se permitió, fundamentalmente a partir de 2006, una política de estímulo a la inversión pública y privada con protagonismo de la banca pública y en sociedad con los sectores relacionados a la infraestructura. Para muchos, esta particular política de conciliación de clases logró aprovechar el boom de las commodities, con la irrupción de China en el mercado mundial, colocando como el centro del crecimiento económico brasileño al consumo interno y a las inversiones en los sectores de commodities e infraestructura (ver Carlos Medeiros). Dicha política contaba con el apoyo de sectores populares y sindicales, y también con el de las fracciones de clase dominante que autores como Boito denominan burguesía interna -el capital privado nacional actuante en los sectores subrayados por Medeiros-, con la oposición y con las fracciones más ligadas al capital internacional y las finanzas.

Al asumir en 2011, Dilma Rousseff opta por un camino más conservador asumiendo parte del discurso ortodoxo según el cual, luego de un crecimiento de 7,5 % del PBI en 2010, era menester ordenar las cuentas y "terminar con la fiesta". En efecto, si bien continuó la política de valorización del salario mínimo y de transferencias de ingresos, se decidió también un fuerte ajuste fiscal que cortó la inversión pública en su conjunto. Además, Dilma intentó atender a los intereses empresariales mediante una amplia reducción de impuestos. Como ya explicara el economista Michal Kalecki en su clásico "Aspectos Políticos del Pleno Empleo" de 1943, los capitalistas son, por una cuestión de interés de clase, contrarios a una mayor presencia estatal y a un alto nivel de empleo que favorezca el poder de los trabajadores. Asimismo, el recorte en sus impuestos no los llevará a aumentar sus inversiones. Precisamente, esto fue lo que sucedió en Brasil a partir de 2011: el ajuste fiscal fue todavía mayor por la caída de los ingresos fiscales, las inversiones públicas y privadas también disminuyeron y el contexto internacional ya no podría salvar las cuentas dada la desaceleración del crecimiento chino. Por ende, las anteriores son las principales causas de la fuerte caída del crecimiento brasilero, llegando a una tasa de casi 0% en 2014. Con los salarios sin deteriorarse, en un contexto de estancamiento económico, los lucros empresariales bajaron de forma significativa, especialmente en el sector industrial -núcleo de la FIESP-. Sumado a esto nos encontramos también con el habitual e histórico sesgo anti-estatal de las elites, quienes rápidamente se articularon en un nuevo consenso conservador y activamente reaccionario. Vale recordarlo, la existencia de una burguesía nacional desarrollista resulta un verdadero cuento de hadas en Brasil -claro que no sólo allí- y la trayectoria industrial brasileña responde a las políticas de Estado implantadas desde 1930 por Getulio Vargas, las cuales -salvo raras excepciones- cuentan con la oposición de los sectores dominantes, herederos de una tradición esclavista y proclives a una economía que les garantice sus privilegios sin pretensiones de transformación económica o autonomía nacional alguna.

Son las clases dominantes brasileñas las que dan soporte -material e intelectual- a los diferentes grupos que conforman el sistema político brasileño y que, unidos por el espanto al PT, promueven su extinción por fuera de las elecciones. Frente a la victoria de Dilma Rousseff en su re-elección durante 2014, estas fracciones de clase recibieron con entusiasmo la paradojal y destructiva opción del gobierno en profundizar el ajuste fiscal en 2015. Al mismo tiempo, aprovechando el subsecuente deterioro económico, dieron aliento implícito a las iniciativas de golpe, llegando incluso a acciones caricaturescas de la FIESP, la cual desfiló con un pato inflable gigante sostenido por sus dirigentes al grito de no querer pagar "la fiesta" en la que habría vivido Brasil los últimos años. Son estos sectores dominantes los que explican el protagonismo de un documento tan conservador como el Puente, y cuyas ideas fuerza ayudan a entender hacia dónde quieren llegar, o mejor dicho, a dónde quieren volver en términos de reglas de juego y estructura social. De todos modos, en la acción social, nada hay preestablecido y es la historia la que está en juego.



Bibliografia
Carlos Medeiros en http://repositorio.ipea.gov.br/bitstream/11058/3845/1/Inser%C3%A7%C3%A3o%20externa%20crescimento%20e%20padr%C3%B5es%20de%20consumo%20na%20economia%20brasileira.pdf