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Enfiteutas del siglo XXI felices: principio del fin de la Ley de Tierras 26.737

Autor | Federico Bernal


Conflictos de Interes
El autor no manifiesta conflictos de interés


Palabras Claves
Australia, Canadá, decreto 820, diario La Nación, EE.UU., enfiteusis, Ley de Blanqueo, Ley de Tierras 26.737, Pedro Peretti, reforma agraria, venta de tierras



04-07-2016 | La semana pasada, específicamente el 30 de junio, a través del decreto presidencial 820/2016 se modificó (flexibilizó) la Ley de Tierras 26.737. Se hizo con la excusa de actualizar la reglamentación al Código Civil y Comercial. El diario La Nación, house organ de los enfiteutas del siglo XXI celebró la medida: "Tras el decreto del presidente Mauricio Macri que flexibilizó la ley de tierras para facilitar la llegada de inversores extranjeros, en el sector de las inmobiliarias rurales confían en que esa medida sea un primer paso para algo más importante: un cambio de fondo para la ley actual. Sucede que la norma, sancionada en 2011, impuso un límite de 1000 hectáreas para que un titular extranjero sea propietario en la denominada zona agrícola núcleo. Ese límite por ahora no se modificó. Expertos del mercado creen que levantar ese tope atraería más inversiones. En ese sentido, en las inmobiliarias insistirán en este punto ante el Gobierno" (4 de julio de 2016). La Revolución de la alegría y el segundo semestre, que solo llegó para los pooles sojeros y las compañías de los agronegocios vinculados al complejo sojero en la Pampa Húmeda, parece que también llegó para los extranjeros que quieran comprar tierras en nuestro país. ¡Felices los enfiteutas y las inmobiliarias del diario La Nación! Es que la normativa anterior, entre otras muchas cosas, limitaba la compra de tierras por parte de ciudadanos no argentinos. Cabe recordar, y este es el propósito de nuestra nota, que cuando se planteó el debate por la 26.737, tildaron la iniciativa de comunista, marxista-leninista, expropiadora y bárbara. Pero proteger la tierra, meterse con la propiedad de las tierras no ha sido patrimonio exclusivo del comunismo ni del marxismo. Las naciones hoy industrializadas lo hicieron a su debido tiempo, incluso llevándose puestos a las clases aristocráticas terratenientes. Pasa que eso no lo dicen. Pregúntese el lector si no por qué en Canadá, Australia o EEUU no hay una Sociedad Rural, o si prefieren, por qué no hay al menos una entidad agraria con el poder para desestabilizar o derrocar gobiernos como acá. En fin, vamos con un poquito de historia a propósito de lo que fue la Ley de Tierras sancionada y puesta en vigor en tiempos de kirchnerismo.


Reforma agraria y ley de Tierras en EE.UU.
A mediados de siglo XIX, la incompatibilidad creciente e insalvable entre proyectos políticos en EE.UU. desembocó en la guerra civil, guerra que producto de la superioridad del Norte, a su vez consecuencia de una previa y paulatina industrialización de los Estados nororientales, terminó por imponer un nuevo y más avanzado orden socioeconómico y cultural en el país. Durante la contienda, los partidarios de la Unión impusieron un paquete de medidas revolucionarias entre las que destacamos: la Ley de Tierras en 1862, la supresión de la esclavitud en 1862/63 y el Sistema Bancario y Monetario Nacional en 1863. Vamos con la Ley de Tierras de 1862.

En los años´50, gran cantidad de proyectos para la entrega masiva de tierras a colonos y ciudadanos fue demorada en el parlamento por los representantes del Sur. Y así siguió hasta que el Partido Republicano, que había incorporado estos proyectos en su plataforma, ganó las elecciones en 1860. La Ley de Tierras, aprobada finalmente en 1862, estipulaba que todo ciudadano o aspirante a ciudadano podría acceder a un terreno de 64,8 hectáreas propiedad del Gobierno nacional. Durante los siguientes 5 años, el beneficiado debería vivir en la tierra, cultivarla y construir en ella una morada de dimensiones prefijadas. Para 1934, más de 1,6 millones de ciudadanos recibieron terrenos en el marco de la ley de 1862 por un total de 109,305 millones de hectáreas, equivalente al 10% de la totalidad del territorio estadounidense. La democratización de la tierra prosiguió hasta la sanción en 1976 de la Ley de Control y Política de Tierras Federales. Para el notable historiador estadounidense Chester Wright, la "política pública de tierras tuvo como efectos beneficiosos el crecimiento exponencial del poblamiento del país, el desarrollo de la actividad privada, la financiación de proyectos estatales de importancia social, la mejora de las condiciones de las clases más pobres, la atracción de inmigrantes y la consolidación del espíritu de una sociedad más democrática. […] La mente detrás de esta ley fue George Evans, defensor de una distribución equitativa de la tierra. […] Él enfatizaba la cuestión de la lucha de clases y militaba activamente a favor de los trabajadores, sabiendo de su interés por la libertad de la tierra" (Economic History of the United States). La Ley de Tierras de 1862 inspiró a las clases progresistas y revolucionarias de Australia (y Canadá) -indiscutibles modelos del mitrismo contemporáneo- a elaborar parecida legislación en materia de entrega y tenencia de tierras.

Reforma agraria y ley de Tierras en Australia (1860-1900)
Entre 1820 y 1850, el sistema dominante de uso y tenencia de la tierra en la Australia colonial se basó en su ocupación ilegal por parte de colonos e inmigrantes libres y adinerados, la aristrocracia-squatter. Dicho sistema ejercía una explotación pastoril de la lana vinculada al mercado externo, fundamentada en la escasez y el abaratamiento permanente de la mano de obra local por un lado, y el monopolio de la tierra, por el otro. Ahora bien y conforme avanzaba la segunda mitad del siglo, el sistema pastoril de muy bajo impulso a la innovación tecnológica y a la intensificación de la producción, comenzó a ser visto como insuficiente y reaccionario al excluir otros tipos de explotación más modernos. Un sistema de acumulación más avanzado había crecido a la sombra y ahondado las contradicciones intrínsecas del modelo pastoril. La gran disyuntiva de la Australia colonial estaba planteada: sistema pastoril vs. capitalismo agrícola, moderno y democrático. La resolución favorable a este último tuvo como piedra angular la creación de un mercado abierto en materia de compra-venta de tierras, medida fundamental para acabar con el poderoso monopolio que los squatters ejercían sobre la dirección política y económica colonial. Surgieron así las reformas de tierras de los años ´60, reformas que prosiguieron hasta fines del siglo XIX. Para el investigador australiano Robin Gollan, las reformas en materia de socialización de la tierra recibieron final y estratégico impulso con "la aparición del movimiento trabajador organizado, el cual esgrimía soluciones democráticas y socializantes a los flagelos del desempleo, el monopolio financiero y el de la tierra. En este sentido, fue recién con la derrota de las huelgas masivas de los años ´90 [1890s], que la estrategia del movimiento trabajador pudo reorientarse y colocar al Estado como vehículo de la reconstrucción social, la protección de la industria y del pequeño productor a través de la estabilidad y defensa de la legislación precedente en materia de tierras" (Radical and Working Class Politics: A Study of Eastern Australia, 1850-1910).

En suma, la Enfiteusis en su versión sajona y australiana -si alguna vez existió- fue borrada del mapa hace ya más de siglo y medio. Lo mismo con Canadá, que para no abrumarlos lo dejamos para otra oportunidad.

Felices los enfiteutas y las inmobiliarias del diario La Nación
Nos preguntamos: ¿cuándo se escribirá el Manual de Zonceras Internacionales? Porque si aún existe una gran zoncera por desarticular, esa es la que dictamina que los países industrializados del centro se desarrollaron en función de un Estado ausente (sobre todo en materia agraria), de la libre competencia, del mercado desregulado, de una economía primarizada, con pueblos adormecidos y estáticos en sus reclamos e intereses, siempre sumisos a las clases dominantes, naturales e inconmovibles herederas del poder. En efecto, las usinas culturales de los países centrales (y sus escribas subdesarrollados) ocultan a la periferia su historia real, historia que a propósito de debates revisionistas también debe ser urgentemente revisada, reescrita y vuelta a enseñar.

La finalidad de la gran zoncera internacional es la de silenciar las leyes que impulsaron el desarrollo socioeconómico de las naciones europeas, Estados Unidos, Canadá y Australia, entre otras potencias de la actualidad. ¿Por qué? Porque cualquier medida de neto corte revolucionario, nacional, popular, socializante o industrializador tomado en América latina será más fácilmente interpretado de "anormal" por el grueso de la población y, en consecuencia, rechazado u obstaculizado que visto como algo natural ejecutado allá lejos y hace tiempo por los "padres de la civilización". De esta suerte y toda vez que se avanza contra el granero del mundo, el gentío atravesado por las falseadas historias local y universal (occidental, porque la oriental no existe para ellos) razona así: "como las potencias jamás lo hicieron y son el faro de la civilización, ¿por qué hacerlo nosotros?".

Pero ahora nos avanzó el granero del mundo. La ley que protegía el dominio nacional, la propiedad, posesión o tenencia de las tierras rurales y limitaba la adquisición para extranjeros, creando por primera vez en los doscientos años de historia argentina un Registro Nacional de Tierras Rurales y un Consejo Interministerial de Tierras Rurales, esta ley terminó con un decreto de Macri. El histórico paso hacia la recuperación de la tierra para el conjunto del pueblo argentino, en función de un modelo de desarrollo autónomo y moderno, sufrió un gran golpe.

Si bien distinta a las grandes transformaciones en materia de tierras acontecidas en muchos de los países modelos para la reacción, y por ello mismo, magistralmente adulterados desde la historiografía por las grandes zonceras internacionales, nada más oportuno que conocer el notable proceso de socialización de la tierra ocurrido en Estados Unidos y Australia, pues en definitiva, de allí pende la resolución de la cuestión nacional en la Argentina. Hacia allí incursionaba sutil aunque inteligentemente la ley contra la extranjerización de tierras del kirchnerismo.

Ahora el retroceso es mayúsculo. Volvemos a la ley de Tierras de la dictadura. A la Enfiteusis en su versión siglo XX y siglo XXI, con 20 millones de hectáreas que saldrán a la venta en coincidencia con la flamante Ley de Blanqueo -como tan oportunamente advirtió el dirigente gremial Pedro Peretti a la radio del OETEC, Mañana Nacional, este lunes 4 de julio-. Por eso fundamental desarticular las zonceras internacionales; por eso fundamental no caer en los circos de José López y otros tantos vigentes y por venir. Aquí la tapadera de la que hablaba la ex Presidenta Cristina Kirchner, ahora beneficiando a los enfiteutas del siglo XXI, sus inmobiliarias e intereses promotores del granero del mundo.