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| Artículos de opinión

La energía, la cuestión del "déficit" energético y la batalla cultural (crítica a cierta heterodoxia descarriada)

Autor | Federico Bernal


Conflictos de Interes
El autor asesoró al Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios


Palabras Claves
crisis energética, cuestión cultural, déficit energético, déficit fiscal, dependencia, heterodoxia, importaciones, OETEC, Plan Energético Nacional, rol del Estado, seguridad energética



23-06-2015 | Se presenta aquí una respuesta al artículo "Déficit fiscal o energético", publicado en el suplemento Cash (diario Página/12) el 1 de marzo del corriente año. De cara a las elecciones de octubre y a las propuestas energéticas de las fuerzas políticas intervinientes, consideramos oportuno reflexionar acerca de los grandes temas planteados a lo largo de esta crítica, una crítica efectuada, paradójicamente, a cierta heterodoxia descarriada.


"Déficit fiscal o energético"
Los autores comienzan afirmando que "el déficit fiscal no aumentó por el gasto descontrolado en diversos sectores en formas de subsidios o transferencias populistas [haciendo irónica referencia a las críticas neoliberales]". Por el contrario, nos dicen, "la clave de las tensiones en las cuentas públicas se encuentra en el déficit energético". En pocas palabras, los autores intentan demostrar que el déficit fiscal es consecuencia del déficit energético. Sostenemos que en esta afirmación residen graves errores analíticos e interpretativos. Dividiremos nuestra respuesta en dos partes: la primera, desde un abordaje económico; la segunda, desde un enfoque netamente energético, a su vez dividida en tres partes. Al final, las conclusiones y la necesidad de pensar la energía a imagen y semejanza de la Argentina del Bicentenario.

Respuesta económica (I)
Explican los autores: "Hasta 2011, el kirchnerismo se había caracterizado por ser un modelo de crecimiento basado en los superávit gemelos, es decir que exportaba más de lo que importaba (superávit comercial) y recaudaba más de lo que gastaba (superávit fiscal). Este resultado se modificó por primera vez en 2012, año en que se mantuvo el superávit comercial pero se incurrió en déficit fiscal. En 2011 ya se había registrado una fuerte contracción del superávit fiscal, pasando de 25 mil millones de pesos en 2010 a casi 5 mil millones en 2011. Y esta reducción de 20 mil millones de pesos tiene una relación directa y estrecha con la situación de la balanza energética".

Los autores brindan este gráfico para sustentar su argumentación:


Luego se preguntan: "¿Por qué decimos que Argentina tiene un problema energético y no fiscal? Si del cálculo de los ingresos y los egresos de fondos al Estado se deja afuera el cargo que le genera el déficit energético, habría superávit fiscal". Así lo explican: "El déficit energético también tuvo un impacto en la balanza comercial. En 2013, por ejemplo, la balanza comercial fue superavitaria en unos 7000 millones de dólares, y el déficit energético representó un monto similar: 6163 millones de dólares. Si hacemos el ejercicio de eliminar la balanza energética de la ecuación, Argentina hubiese contado con un superávit comercial de más de 13 mil millones de dólares". Consultamos a los autores: ¿qué sucedería si eliminamos cualquiera de los restantes déficits comerciales sectoriales o la sumatoria de ellos? ¿Acaso el energético es el único sector comercial deficitario? Consideramos, por un lado, que los autores padecen la influencia ortodoxa que tanto critican, y que en los últimos años ha hecho de la energía el emblema de sus principales críticas contra el gobierno nacional; y por el otro, de una limitación cultural producto de la protección que remueve magistralmente del análisis "heterodoxo" el excedente social argentino más importante, excedente que apropiado por el Estado nacional en su totalidad resolvería cualquier potencial déficit fiscal presente y futuro: hablamos de la renta extraordinaria del campo. Y afirmamos se trata de una limitación cultural pues una cosa es que el neoliberalismo no quiera involucrar el "déficit" histórico provocado por la apropiación de una renta inconmensurable por parte de la histórica y tradicional élite patronal agraria; pero otra muy distinta es que la heterodoxia omita hablar de dicha renta. ¿No deberían los autores analizar cómo hubiese impactado en el resultado fiscal primario la aprobación de las retenciones móviles durante 2008/2015?

Respuesta económica (II)
Contextualicemos ahora el sector energético en el resultado fiscal pero contemplando los sectores que más pudieron haber influido en el referido incremento del déficit fiscal. En 2009 se produce el primer deterioro en el resultado fiscal desde 2003. Cabe recordar que el Estado Nacional realizó denodados esfuerzos ese año por mitigar los efectos adversos de la crisis financiera internacional -sumados a los derivados de la sequía sufrida por el campo-, aplicando una política económica contracíclica. Ese año, los déficits comerciales sectoriales se redujeron, en respuesta a la menor actividad económica local. En 2010, el resultado fiscal se recuperó, pese a un alza del 122,5% en el déficit generado por seis sectores comerciales. A partir de 2011 el resultado fiscal comienza una senda bajista (con una caída anual del 80%), mientras que el déficit generado por los mismos seis sectores comerciales se incrementó un 92,6%. ¿Pero cómo "seis" sectores y no exclusivamente el energético como parecería deducirse del planteo de los autores del trabajo aquí criticado? ¿A qué sectores nos referimos? Seguidamente y gracias al excelente trabajo realizado por el economista del Observatorio OETEC, Santiago Romero Manoukian, tome nota el lector del impacto de los principales sectores comerciales deficitarios en tres períodos distintos evaluados desde 2009 y cómo participa el sector energético:

1) Entre 2009 y 2013, el déficit de los siguientes sectores se expandió 510%: "Máquinas y aparatos…", "Industria Automotriz", "Industria Química…", "Turismo" y "Energía". Al indagar en los principales sectores que indujeron esta evolución, se aprecia que, en promedio, el 61,2% lo explica "Máquinas y aparatos…"; el 22,8%, la "Industria Automotriz"; el 14,2% la "Industria Química…"; el 3,7% "Turismo" y, en último lugar, la "Energía", con un 3%.

2) Si se analiza el período 2011-2013, el déficit de estos sectores creció 42,4% explicado por: "Máquinas y aparatos" (42,2%), "Industria Automotriz" (17,8%), "Minería" (11,8%), "Industria Química" (10,7%) y, nuevamente y en último lugar, "Energía" (9,8%).

3) Finalmente, tenemos el tercer escenario, período 2009 y 2014 (contemplamos los cuatro sectores para los cuales se dispone de información). Entre dichos años, el déficit de los siguientes sectores creció 477%. ¿Cómo estuvo explicado? "Automotriz" (45,7%), "Industria Química" (30,1%), "Turismo" (12,9%) y "Energía" (11,4%).

Como puede apreciarse y para los tres períodos cubiertos, el sector "energético" es el de menor impacto en la generación del déficit. Recuérdese ahora el gráfico anterior elaborado por los autores del trabajo analizado, y compárese con el que sigue debajo, y que refleja el análisis de los tres escenarios antedichos (ilustramos la evolución del resultado fiscal primario y de balanzas comerciales seleccionadas para el período 2003-2014):



Fuente: Elaboración de Santiago Romero Manoukian (OETEC) en base a datos de INDEC.

¿Por qué la "ortodoxia" (léase el conservadurismo argentino) centra su crítica energética en la performance de la balanza comercial de este sector? Porque entre 1990 y 2002 no hubo un sólo año en el que no fuera superavitaria. Al respecto, cabe agregarse que la participación porcentual sobre las exportaciones totales del rubro "combustibles y energía" se duplicó entre 1989 y 1998, y triplico en 1997 y 1998, año coincidente con el pico de máxima extracción de petróleo. Con esto queremos remarcar que un sector superavitario no es indicador de una política acertada. Mientras nos convertíamos en exportadores netos, el mercado interno y el pueblo argentino se quedaban sin nutrientes para su funcionamiento y calidad de vida. Restringir la evaluación de determinado sector productivo o resorte estratégico de la nación a su balanza comercial es lisa y llanamente pensarlos en términos neoliberales (mercadistas). Algo así como sostener que la Argentina del Centenario era grande y próspera porque exportábamos (granos) como nunca en nuestra historia.

Respuesta económica (III) - subsidios y ortodoxia
Los autores afirman que "el Gobierno podría reducir fuertemente el déficit energético si decidiera trasladar el precio al que importa la energía a la industria. Es decir, Argentina importa el gas a un precio muy superior al que lo compra la industria nacional". Pero luego se contradicen cuando explican que tal decisión de subsidiar a la industria forma parte de una "política de generar competitividad y mantener los niveles de empleo", todo lo cual "tiene sentido en el marco de un proyecto que tiene como objetivo el pleno empleo, el desarrollo del mercado interno, la inclusión social y la generación de oportunidades para todos". Entonces, o para los autores no es este ya el marco del proyecto vigente, o piden pues, lisa y llanamente, el fin del subsidio a la industria. Pero remover el subsidio a la industria conducirá a un incremento de los precios de la energía, afectando dramáticamente a las Pymes pero también al consumo interno, dado que las primeras trasladarán los aumentos a los precios de sus productos.

En igual sentido se lee: "Sin la cuestión energética, Argentina se mantendría con el modelo de superávit gemelos. Y el estrangulamiento externo sería, al menos, una problemática de un impacto menor". Tal afirmación nos resulta insólita. ¿Qué quiere decir "sin la cuestión energética? Acaso los autores proponen, a los efectos de mantener una balanza energética equilibrada, ¿terminar con los subsidios al gas natural, terminar con el Plan Garrafas para Todos, incrementar los precios de la electricidad a los hogares, comercios e industrias? ¿Midieron el impacto económico y financiero de los acuerdos energéticos con China, la terminación de Yacyretá, la Central Nuclear Néstor Kirchner, la Central Vuelta de Obligado, etc., etc.?

La "seguridad energética" se define como la disponibilidad de un suministro regular de energía a un precio asequible, mientras que la "crisis energética" es causada generalmente por la escasez del suministro energético o los aumentos de precios que afectan significativamente la economía e incluso conducen al deterioro económico. Es decir, una quita de subsidios como los autores proponen -en línea con el neoliberalismo doméstico- afectaría significativamente la economía nacional, conduciéndola a su inevitable deterioro. Claro que en tiempos de administraciones conservadoras, la quita de subsidios no afectó su funcionamiento económico, desde que la misma está enajenada al mercado y figura entre sus objetivos primigenios impedir el desarrollo de las fuerzas productivas locales y atrofiar su mercado interno, sumiendo al país en la dependencia y en el subdesarrollo. Una energía cara, escaza, socialmente excluyente y unitarista (restringida a las provincias agrícola-ganaderas) es una de sus muchas herramientas en esta dirección, uno de los pilares de todo programa de ajuste popular y austeridad. A propósito, las palabras del especialista chileno del Observatorio OETEC, Lic. Mena Acosta, y la situación energética de su país: "Un país atraviesa por una crisis energética cuando existe un desequilibrio entre el crecimiento económico previsto y el abastecimiento de energía que permita lograrlo. En este sentido, puedes depender de un insumo en particular y éste no ser capaz de suplir la demanda, puedes pagar un precio muy elevado, puedes ser capaz, incluso, de producir una suficiente cantidad de energía, pero tener restricciones en su transporte para ser consumida. Esto produce precios de la electricidad para la industria, por ejemplo, que pueden estar en torno a los US$ 150 por MW/h, como lo que sucede en Chile y que se traduce en un menor rendimiento de la economía nacional".

Ahora, preste especial atención el lector al siguiente razonamiento del Lic. Acosta: "La crisis energética [chilena] ha provocado un fuerte aumento de los precios de la energía eléctrica, que se ha duplicado entre 2006 y 2013. Chile se ubica en el lugar número 13, entre las naciones con los mayores precios de electricidad para la industria siendo superado solamente por Brasil a nivel continental. Inversamente, tenemos a la Argentina, con los menores precios de la región junto a Paraguay. En el caso de la minería chilena, el sector enfrenta el segundo precio más alto con respecto a los países mineros a nivel mundial. Esto resta competitividad a la economía e impacta directamente en el crecimiento del PIB. En este sentido, Chile ha caído por tercer año en el ranking de competitividad, siendo uno de los aspectos a mejorar, el aprobar una estrategia energética nacional que haga un balance entre la competitividad y las preocupaciones ambientales". Al ingresar a las tablas dinámicas del Departamento de Energía de EE.UU. se observa que el precio de la electricidad a nivel industria de Chile correspondiente al 2007 era de 96 dólares/MWh y en 2009 de 145 dólares. En el mismo período, el precio en Brasil pasó de 95 a 120 dólares. En 2007, el valor para la Argentina fue de 47 dólares, cifra que se mantuvo invariable durante los años subsiguientes.

Respuesta energética (I) - Oferta y demanda
Señalan los autores: "Entre el aumento de consumo energético debido al fuerte incremento del consumo de los hogares, más la importante suba del consumo industrial, Argentina aumentó su demanda de energía a casi el doble en diez años. La oferta de energía no ha acompañado el crecimiento de la demanda en igual medida". Este grave juicio adolece de dos errores. Primero, su ausencia de justificación, que no aparece en ninguna parte del escrito; segundo, lo incorrecto de la aseveración, por otro lado coincidente con la crítica neoliberal energética procedente del grupo de los ex secretarios de energía entre 1982-2002. Respuesta al segundo punto. 1) sería bueno que los autores demuestren en estos últimos doce años en cuál de ellos los sectores comercial, industrial y residencial nacionales crecieron por debajo de sus necesidades o normal desarrollo producto de una escases en la oferta (eléctrica en este caso). La demanda energética de dichos sectores entre 2003 y 2013 creció un 47%, 43% y 28% respectivamente. Más datos: entre 2004 y 2014 se incorporaron 320.000 nuevos medidores comerciales e industriales conectados a la red eléctrica y 70.000 nuevos medidores rurales y de riego.

Asimismo y ya apelando al sentido común, debemos agregar que una oferta inferior a la demanda para el período de diez años al que aluden los autores hubiera debido producir alguna de las siguientes consecuencias: 1) colapso eléctrico, es decir, cortes de luz masivos por falta de generación como los sucedidos a fines de los años ochenta; 2) racionalización de energía en los sectores comercial e industrial; 3) racionalización en la venta de combustibles líquidos; y 4) (y derivado de todo lo anterior) recesión o estancamiento económico, resultado de la escasez energética (por ejemplo una caída del producto bruto industrial; cierre de comercios por falta de energía; caída del consumo interno por falta de oferta comercial; despidos masivos por el cierre de fábricas y comercios; etc.). ¿Sucedió algo de esto en alguno de los años entre 2003 y 2015? Los autores deberían estudiar casos internacionales en los que se ha verificado un escenario como el que ellos atribuyen a la Argentina para vislumbrar las consecuencias reales en la economía, la producción, el empleo y el consumo que trae aparejado una oferta energética inferior a la demanda (escasez energética).

Finalmente, consideramos que afirmar: "la oferta no ha acompañado el crecimiento de la demanda", lleva implícita una contradicción insalvable: la demanda sólo puede crecer y quedar registrada si la misma efectivamente logra ser acompañada por la oferta, de lo contrario las estadísticas arrojarían un estancamiento de la demanda o una retracción. Es decir, el crecimiento de la demanda es consecuencia de un crecimiento de la oferta. Distinto es haber afirmado lo siguiente: de haber existido tantos MW adicionales instalados en el parque generador, la industria (o el sector comercial, etc.) hubiera crecido tanto más por ciento del que se creció. Pero este análisis brilla por su ausencia.

Respuesta energética (II) - YPF
En la mitad del escrito, los autores ingresan a la cuestión YPF. Opinan que "la expropiación del 51 por ciento de las acciones de YPF responde a la necesidad de atender esa situación [oferta energética inferior al crecimiento de la demanda]". Nuevamente, se observa la influencia ortodoxa sobre los articulistas. En efecto, el argumento entrecomillado es y ha sido uno de los más frecuentemente utilizados por los detractores de la renacionalización de YPF. La decisión estratégica de la Presidenta de la Nación de poner fin a la gestión de Repsol fue justamente terminar con el saboteo y el desmantelamiento padecido por YPF, recuperar soberanía hidrocarburífera y revertir los perjuicios comerciales, fiscales, económicos e hidrocarburíferos derivados de la eficiente administración española (eficiente porque para diversificar sus activos en el mundo necesitaba desmantelar la empresa argentina; y lo estaba logrando). En otras palabras, explicar la recuperación de YPF por el hecho de revertir la balanza comercial energética es equivalente a afirmar la zoncera de la caja y del manotazo de ahogado, desvinculando el hecho histórico de su naturaleza política y popular.

Respuesta energética (III) - la cuestión gasífera
Dicen los autores: "Este cuadro [oferta inferior a la demanda] obligó a la Argentina a importar energía, sobre todo gas, debido a que la matriz energética depende principalmente de este combustible...". Reducir la problemática gasífera al período 2004-2014, excluyendo el impacto de la herencia neoliberal constituye un grosero error. En primer lugar, nótese como los autores omiten destacar lo más importante en cuanto a la cuestión del gas natural: en 2003 existían 15 millones de compatriotas sin acceso a gas por redes; desde entonces y producto de la compensación del saboteo gasífero de Repsol en YPF a través de las importaciones de gas natural de Bolivia (luego complementadas por GNL importado), y gracias a la construcción de más de 3.000 km de gasoductos para el mercado interno (el último gasoducto para el consumo local se construyó en 1988) unos 3 millones de hogares reciben gas natural como servicio público y cuatro provincias recibirán en breve gas por redes. Los autores ignoran por completo la causa fundamental y primigenia de las importaciones de gas natural registradas en estos últimos años: los acuerdos gasíferos Menem-Frei de 1995. A propósito, cabe mencionar que de haberse prohibido la exportación de gas natural que comenzó en los noventa, el país se hubiera ahorrado varios miles de millones de dólares en importación de gas boliviano, GNL, diesel oil y fueloil. Sólo entre los años 2010 y 2013 el país se hubiera ahorrado US$ 14.365.709.073 de importación de gas boliviano (US$ 5.882,5 millones) y de GNL (US$ 8.483,2 millones).

Por una energía a imagen y semejanza de la Argentina del Bicentenario
A los errores técnicos de los autores expuestos precedentemente, quisiéramos terminar con la cuestión más compleja y de fondo, y que como fuera dicho más arriba tiene que ver con el tipo de abordaje cultural que damos a la energía. En el artículo aquí refutado "Déficit fiscal o energético", su abordaje energético es uno típicamente mercadista (neoliberal). Tal abordaje conduce a los autores a creer que: 1) una balanza deficitaria energética es indicativo por sí mismo de una mala o equivocada política energética; y 2) importar energía es sinónimo de "crisis energética" y de "inseguridad energética". Sin embargo y desde una concepción de la energía nacional, popular y verdaderamente democrática sólo puede existir "déficit energético" -como los autores afirman- siempre que se demuestre una situación de escasez de energía (accesibilidad asequibilidad), esto es, una escasez que genere pobreza "energética" en la población, desindustrialización, así como caída o estancamiento de la economía real. Todo pasa, finalmente, por el concepto que tengamos de la energía: ¿energía para qué, para quiénes? ¿Puede un sistema energético exhibir un carácter de importador neto y/o una balanza deficitaria a la vez que mejorar la accesibilidad y asequibilidad de la energía para la población, la industria y el aparato productivo nacional? Y la pregunta clave: ¿debe ser el objetivo excluyente de un sistema energético reducir el déficit (en caso de verificarse) o puede soportar una situación negativa de su balanza cuando tal performance acarrea diversos beneficios sociales, industriales y productivos? Los autores se acercan, obviamente sin quererlo, al razonamiento ortodoxo de la eficiencia empresarial para una empresa pública. Y es que justamente un sistema energético democrático y nacional debe cumplir exactamente el mismo rol que cumple una empresa pública, lo cual por supuesto no excluye que su gestión se proponga ser superavitaria (pero aquí es donde los autores omiten la pesada herencia energética neoliberal que primero debe ser totalmente revertida para aspirar a números y tendencias positivas). El caso de la energía es similar, en este sentido, a lo sucedido con la recuperada Aerolíneas Argentinas.

Pero saltar la barrera de la concepción energética neoliberal (barrera cultural) impuesta por la ortodoxia es imposible sin conocer e imbuirse de otras definiciones y conceptos energéticos. En nuestro libro, junto a Ricardo De Dicco, "Operación Nisman. La trampa de una denuncia insostenible" (Planeta - 2015), dedicamos los primeros capítulos a repasar definiciones y conceptos en función de una Argentina desarrollada, autosuficiente e inclusiva. Y en este libro se profundizan dichos estudios. Transcribimos algunas definiciones al respecto y que están en línea con nuestra crítica aquí plasmada: la Agencia International de la Energía define el concepto de seguridad energética en términos de disponibilidad física ininterrumpida a un precio que es asequible. Asimismo y según las investigaciones conducidas por el Observatorio OETEC, Laboratorio en Seguridad Energética, "seguridad energética" consiste en la estabilidad del sistema energético en términos de unos flujos constantes y suficientes de energía tales que garanticen el desarrollo económico y el bienestar social de todos los actores implicados en el sistema. Reiteramos para los autores: "desarrollo económico y el bienestar social". Análogamente, "seguridad de abastecimiento energético" consiste en la disponibilidad de suministros energéticos de forma continua, en las cantidades necesarias y a unos precios asequibles tales que un país pueda desarrollar su actividad económica de forma ordinaria y mantener el bienestar de sus ciudadanos. Otra definición: la energía debe poseer un "carácter incluyente", esto es, la capacidad de los sistemas de suministrar electricidad al 100% de la población, a un precio asequible. En la misma dirección, los indicadores que deben medirse para evaluar la seguridad (sostenibilidad) de cualquier sistema de suministro eléctrico nacional: (i) la garantía de crecimiento económico; (ii) la promoción de la equidad social; y (iii) un impacto limitado sobre el medio ambiente. Finalmente, la última definición, entre muchas otras que hemos encontrado y estudiado: la seguridad energética consiste en garantizar a todo ciudadano el acceso a sistemas sostenibles de suministro energético y a todos los recursos de combustible disponibles (proveedores de energía) para cubrir las diversas necesidades energéticas (demanda) a un precio asequible (o precio aceptable), que posibiliten tener una calidad de vida y actividades sociales de nivel razonable, sin perjudicar el desempeño económico ni el medio ambiente y, a la vez, poder resistir a las amenazas.

Energía para el desarrollo y la inclusión social
En suma, un abastecimiento energético seguro, compatible con una Nación verdadera -como lo viene siendo la República Argentina desde 2003-, es aquel que puede proporcionar servicios suficientes, asequibles, estables, ambientalmente sostenibles e inclusivos a fin de sustentar las necesidades sociales (eje en los más postergados y vulnerables), las necesidades económicas (eje en la autosuficiencia), a la vez que modernizando y diversificando la economía nacional y contribuyendo al desarrollo de una ciencia y una tecnología de punta y soberanas en su evolución. Como señala el Dr. Aldo Ferrer en el prólogo de nuestro próximo libro "Energía para el desarrollo y la inclusión social 2003-2015" (Planeta - Julio 2015), "no existe crisis energética en la Argentina sino desarrollos en marcha que son la plataforma para nuevos avances de vasto alcance. Claro que para sostener esta posición, por cierto contraria a la esgrimida por el neoliberalismo, resulta imperante repensar a la energía desde una concepción nueva, tanto técnica como culturalmente". Agregamos a propósito, que no son un problema en sí mismo ni el déficit de la balanza comercial energética ni las importaciones, sino "desarrollos en marcha" -sazonados de pesada herencia conservadora- de un modelo energético con prioridades y objetivos como los planteados en el Plan Energético Nacional lanzado por Néstor Kirchner en 2004, profundizados a partir de 2008 por la actual mandataria Cristina Fernández de Kirchner y ejecutadas desde entonces e invariablemente por el Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios.



Bibliografia
Artículo de Página/12 "Déficit fiscal o energético" (1/03/15) http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/cash/17-8315-2015-03-01.html

Laboratorio en Seguridad Energética (OETEC)
http://www.oetec.org/seguridad_energetica.php